martes, 28 de febrero de 2012

Testimonio ex coronel Ballester: la banalidad militarizada del mal

El testimonio del corornel Horacio Ballester, del Cemida, en el juicio por robo de bebés. Burocracia de maternidades clandestinas

El militar retirado explicó en qué consistían los partes de “Procedimientos Operativos Normales” y cómo se apeló a ese mecanismo para autorizar una maternidad en el Hospital Militar.

 Por Alejandra Dandan

Lo llamaron varias veces coronel. Horacio Ballester, integrante del Centro de Militares para la Democracia (Cemida), militar retirado desde 1971, es una de las personas que viene declarando en los juicios de lesa humanidad para contar, desde adentro, cómo eran los reglamentos, la estructura militar o qué significó para la última dictadura la doctrina de seguridad nacional. En el final de las testimoniales del juicio por el robo de bebés, y mientras se cumplía un año del comienzo del debate, Ballester detalló ante los jueces del Tribunal Oral Federal Nº 6 –entre otros temas– qué era y cómo se hacían los partes de “Procedimientos Operativos Normales”, una tarea conocida con la abreviatura de “POM”, que en el contexto del debate explica una orden de 1977 que circuló en el Hospital Militar de Campo de Mayo y habilitó en ese lugar el inicio del funcionamiento del espacio de Epidemiología como maternidad clandestina.

“Yo escribí muchos partes de procedimientos”, dijo cuando uno de los abogados de la querella de Abuelas de Plaza de Mayo le preguntó por los “procedimientos operativos normales”. Ballester, que hizo “unos cien” mientras estuvo operativo, explicó qué regía el trabajo operativo: “Se hacían para organizar cómo proceder, supóngase, en casos de incendios, para la incorporación de tropas, para la organización del vestuario, del uso del armamento, para la entrega de nafta en el surtidor: todo se puede regir por procedimientos operativos normales”.

Para la querella de Abuelas de Plaza de Mayo, esas órdenes que parecen haber sido una respuesta a los momentos en los que se producía cualquier tipo de problema, permiten contextualizar una información que existe en la causa. Se trata de una prueba que está en el expediente del juicio, pero todavía no se oralizó. Es una declaración del médico militar ya fallecido Julio César Caserotto, ex jefe del área de Neonatología del Hospital de Campo de Mayo. En la que explica que, a mediados del año 1977, recibió un POM que decía que a partir de ese momento personal de Inteligencia iba a mandarle prisioneras embarazadas que debían dar a luz en ese hospital. Esa orden, que Caserotto enunció alguna vez para librarse de sus responsabilidades, a esta altura es otro dato que permite entender cuándo empezó a funcionar el sector de Epidemiología como maternidad clandestina.

Para reforzarla, pude decirse que la fecha del POM coincide con los datos de los primeros partos denunciados. Y quienes llevan adelante la causa, creen, además, que en ese momento se organizó la maternidad en el hospital porque los militares de Campo de Mayo habían tenido un problema durante el parto de una prisionera que había dado a luz en el Campito, el centro clandestino que funcionó en esa guarnición.

Ballester habló durante casi dos horas. Detrás de las preguntas del abogado Luciano Hazán, de la querella de Abuelas de Plaza de Mayo, lo interrogaron el fiscal Martín Niklison y algunos integrantes del Tribunal. En ese tiempo habló de todo. De la Segunda Guerra Mundial y del encuentro en Río de Janeiro organizado a instancias de Estados Unidos en la década del ’40 para crear un junta militar para la defensa continental. Habló de la sucesión de acuerdos continentales, de la Guerra Fría y la creación del Plan Cóndor. Y en el contexto de la doctrina de seguridad nacional, explicó el modo en el que el país adopta los métodos de contrainsurgencia de la Escuela Francesa a fines de los ’50 y que los franceses fueron incorporados como instructores en la Escuela Superior de Guerra. En ese punto, lo detuvo el fiscal. Niklison quería saber cómo fue operativamente la instrucción, quiénes viajaron a Francia o quiénes fueron los franceses que llegaron al país para hacerlo. En el fondo, la fiscalía quería una definición: a quién el Ejército definió en ese momento como enemigo “interno” y no ya externo. Ballester no habló directamente del peronismo. Tampoco dijo que el Ejército sólo operaba contra los trabajadores de las fábricas. Pero repitió que en ese momento estaban los Uturuncos, por ejemplo, pero que así como durante la Guerra Fría Estados Unidos coordinó las fuerzas de seguridad de los territorios americanos para combatir el avance del comunismo, “en la actualidad lo llaman terrorismo internacional, pero el enemigo siempre es el mismo: está en el interior del pueblo”.

Casi no había público en la sala. Ballester habló frente a las querellas y al pelotón de abogados defensores de los represores que nunca están presentes en las audiencias. Ballester avanzó todavía más. Precisó dos datos importantes: el rol de Jorge Rafael Videla en la confluencia y armado de las órdenes, del Batallón 601 en esa cadena de información y de las órdenes de represión antisubversiva contenidas en el Reglamento RC9.1, de diciembre de 1976.

Sobre el primer punto, la declaración sirvió para dejar en claro en el contexto del juicio que Videla tenía dos canales de accesos de información de Inteligencia exclusivos, que le reportaban a él. Por un lado, la SIDE, y por otro, el Batallón 601. Cuando la fiscalía le preguntó cuál era la jurisdicción del Batallón 601, Ballester dijo que dependía del Comando en Jefe, y que pese a tener un edificio en “Callao y Viamonte, llegaba a todas partes” y “operaba en todo el país”, pero no respondía a las líneas de mando locales. También dijo que a “Videla le faltó siempre carácter y hacía que las cosas se las arreglen los subalternos”, pero aclaró que “estaba de acuerdo y firmó todo lo que se estaba haciendo”.

El último punto importante fueron los RC9.1. La querella de Abuelas preguntó varias veces sobre las reglas mientras pedían que se leyeran en voz alta. Durante unos cuantos minutos la sala entró así en la lógica militar, en los reglamentos secretos de 1976. Logró escuchar los partes que a esta altura parecen estar claros, sabidos, pero nunca lo están. Allí figuran las instrucciones sobre la doble tensión entre las “órdenes centralizadas” y “descentralizadas” para hacer más efectiva la lucha contra la subversión. O las instrucciones sobre el rol de Inteligencia: “La actividad de Inteligencia constituye la base fundamental en que se apoya la lucha contra la subversión”, dice uno de los puntos. “Su importancia es tal que puede ser destacada como la única forma de acción militar posible en las primeras etapas del proceso, y su ejecución eficiente puede ayudar al gobierno y la conducción superior de las fuerzas armadas a producir medidas tendientes a eliminar la agitación social y controlar a los activistas, con lo que podría resultar neutralizada la subversión en sus primeras manifestaciones.” Y luego: “Inicialmente la población será renuente a colaborar con las fuerzas legales y a proporcionarles información (...) Luego la renuencia se va transformando en adhesión, colaboración y, por ende, en información aprovechable”.

Según el cronograma del juicio, aún falta declarar un testigo, abogado de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). El 19 de marzo comienzan los alegatos con la querella de Abuelas de Plaza de Mayo.

lunes, 13 de febrero de 2012

Testimonio sobre el mellizo hermano de Sabrina

Sobre el mellizo
 Por Juan Cruz Varela. Desde Paraná

El militante peronista Oscar Kopaitich ratificó ante la Justicia que el ex agente de inteligencia del Ejército Raúl Alberto Navone se apropió del mellizo varón de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, nacido en el Hospital Militar de Paraná en marzo de 1978. Sin embargo, tras la declaración, que se realizó por videoconferencia desde España, la abogada querellante Ana Oberlin bajó la expectativa que había alrededor de este testimonio al manifestar que "los datos que aporta el testigo ya estaban presentes en la causa y esa es una hipótesis que ya se estaba investigando".

En su declaración ante el juez federal de Paraná, Gustavo Zonis, Kopaitich reiteró lo que había manifestado en una entrevista que se publicó el domingo en Rosario/12 respecto de que Navone, un agente de inteligencia que se suicidó el día que debía presentarse a prestar declaración indagatoria como imputado en esta causa, se quedó con el mellizo varón y pudo haberlo inscripto como hijo propio o de su hermano. Además, reafirmó que el mellizo fue a parar a la casa de una celadora de la Policía de Menores de Rosario que se dedicaba luego a comercializar los hijos de desaparecidos. Kopaitich mencionó los nombres de Norma Ramos y de Leyla Perazzo, una abogada que también cumplía funciones en la Alcaidía y que luego fue jefa de la Policía Santafesina en tiempos de Carlos Reutemann. "Ahí fue a parar el hijo de Raquel Negro y de ahí lo sacó Navone", dijo en la entrevista periodística y lo ratificó ayer ante el magistrado paranaense.

Kopaitich es un militante de la JP enrolado en la denominada Tendencia Peronista. Su nombre había sido señalado por Eduardo Tucu Costanzo durante el juicio por la sustracción y sustitución de identidad de los mellizos, ya que el represor dijo que tenía importantes datos para dar sobre el paradero del mellizo. A partir de ese testimonio es que los fiscales Mario Silva y José Candioti solicitaron la declaración del militante residente en Barcelona, que se concretó ayer después de muchas idas y venidas.

Tras la audiencia que se celebró en la sala de la Cámara Federal de Apelaciones, la abogada Ana Oberlin señaló que "el objetivo principal es saber qué pasó con el hermano mellizo de Sabrina Gullino". También destacó el trabajo que está llevando adelante el Juzgado Federal "porque todas las pistas que han surgido durante todos estos años, las han investigado en profundidad", aunque insistió en que "lo único que hace este testigo es aportar para seguir investigando esta posible derivación del niño hacia una persona concreta que es Raúl Navone, lo que tiene algún tipo de asidero porque Navone se suicidó en el momento en que debía declarar en la causa" y reiteró que "esta hipótesis existía desde el comienzo, porque fue muy llamativo que se suicidara".

Sobre la existencia de una red dedicada a la comercialización de hijos de desaparecidos, Oberlin sostuvo que "el testigo nombró a dos mujeres que trabajaban en aquella época en la Alcaidía de Rosario" y reconoció que "el grupo de mujeres que cumplía funciones ahí tenía contacto con niños provenientes muchas veces de enfrentamientos fraguados o de personas que habían dado a luz estando desaparecidas". No obstante, aclaró que "ese dato circula desde hace un tiempo en Rosario, ha sido investigado y no se ha encontrado nada demasiado concreto como para acusar e imputar a estas dos mujeres de tener toda una estructura armada al respecto", sentenció.

La Iglesia presente

Por Alejandra Dandan

La sala del recinto de audiencias del juicio por el robo sistemático de bebés apenas tenía a unos pocos sentados en la zona del público. La abuela de Paula Logares, Elsa Pavón, era la única que ocupaba las dos primeras filas. Como sosteniendo un espacio que le reporte finalmente la justicia que todavía le debe el Estado, permaneció en silencio. Y sólo dijo algo sobre la Iglesia, de cómo sus autoridades se lavaron las manos en 1983, cuando con el último aliento, la Junta de Comandantes buscó con el documento de autoamnistía el modo de perpetuar la impunidad también en el robo de niños.

Elsa dijo aquello de la Iglesia cuando los integrantes del Tribunal Oral Federal Nº 6 anunciaron que no llegaría a declarar el último testigo programado para el debate. El abogado Juan José Prado es un antiguo integrante de la APDH, que en aquellos años les exigió sin éxito a los represores que se dispongan a resolver antes de la salida el tema de los niños entregados a las familias de militares y de personas cercanas. Y que para ello podrían pedir la mediación de la Iglesia. Prado, que fue integrante de la Comisión de Vedia que investigó al comienzo de la democracia el robo de niños, no se presentó, pese a que se sabe que quiere hacerlo, porque de momento no lo encuentran en su domicilio. A uno de los abogados querellantes que se sentó a su lado, Elsa le susurró, entonces, aquello de que la Iglesia no se opuso a participar en el robo de los niños, pero que puso objeciones para mediar en las restituciones.

Con esa situación de fondo, mientras se aguarda que aparezca el testigo, se anunció que Simón Riquelo, el hijo de Sara Méndez, finalmente consiguió por vía judicial la restitución de su nombre verdadero en su documento de identidad y la corrección también del de su hijo. Y además, el fiscal Martín Niklison pidió la incorporación por lectura de varios testigos clave de la causa que están muertos. Entre otros, las múltiples declaraciones de Adriana Calvo y las de Juan Carlos “Cacho” Scarpati.

domingo, 12 de febrero de 2012

La maternidad como eje del plan

“Las maternidades son los casos mas claros del Plan porque eran algo muy organizado. En la ESMA encajan una maternidad que no es sólo para los presos de la Armada sino para los de la Fuerza Aérea y del Ejército. Es el caso más paradigmático porque era una maternidad estructurada, en coordinación con las otras fuerzas, lo que demuestra que montaron una organización y que hubo acuerdo entre las fuerzas. Con lo cual, la idea de Plan y de la práctica sistemática y organizada está perfectamente establecida. Allí llevan a dos detenidas de Fuerza Aérea (Graciela Tauro de Rochistein y Patricia Roisinblit). Y eso deja claro que no es un acuerdo de un comodoro con Jorge Acosta sino que hay otro nivel que decidió ese traslado, donde está organizado: la ESMA funciona bien en eso.

–¿Y Campo de Mayo?

–También es importante porque es un hospital militar importantísimo y si bien en el juicio tenemos sólo dos mujeres que estaban en El Campito, hay otra (Altamiranda Taranto) que llega del Vesubio y nace en el hospital. Pero ahí también tenemos dos chicos que fueron entregados a las madres porque las madres vivieron, como Paula Ogando.

–¿En el pozo de Banfield?

–Tenemos nacimientos de diciembre de 1976 a agosto de 1978, solamente en este juicio porque hay muchas más denuncias. Pero el tiempo demuestra continuidad. Yo no sé por qué lo hacían ahí, nacían en condiciones terribles. Hay casos que nacieron sin médico, como el parto de María Eloísa Castellini, que tuvo a Victoria en un pasillo en abril de 1977. Y también estuvo Asunción Artigas, la madre de Victoria Moyano a la que en algún momento el comisario Oscar Penna le proveyó vitaminas, porque su hermano se iba a quedar con el chico.

“Hubo coordinación entre las fuerzas”

Reportaje a Martin Niklison, fiscal, del juicio por el plan sistemático de apropiación de niños.

La causa toma 34 apropiaciones y 65 desapariciones, un universo que el fiscal considera representativo de la “organización” que se dedicó a robar chicos. La complejidad de la infraestructura y los traslados de embarazadas.

 Por Alejandra Dandan

El juicio por el plan sistemático de robo de bebés contempla 34 casos de niños apropiados, la desaparición de todas las madres menos una y de todos los padres menos dos. Siete de esos niños fueron secuestrados cuando tenían entre trece días y cuatro años de edad, y los otros 27 nacieron en cautiverio. Todos fueron apropiados, la mayor parte por jefes, subordinados o allegados a hombres de las fuerzas armadas que, en general, optaron por los recién nacidos. A algunos de los más grandes los abandonaron en plazas o instituciones.

El fiscal federal Martín Niklison está a cargo del juicio y piensa que el juicio es representativo de lo que ocurrió en todo el país, entre otras razones porque la mayor parte de los robos de niños se concentraron en la ciudad y la provincia de Buenos Aires por lógicas que incluyen cuestiones culturales. También cree que las maternidades “son los casos más claros del Plan, porque estaban muy organizadas”. Entre otras cosas, los traslados de embarazadas muestran una “coordinación interfuerzas y al interior de cada arma”. Las más importantes estuvieron en la ESMA, el Pozo de Banfield y el Hospital Militar de Campo de Mayo, donde nacieron niños de mujeres encerradas allí o llegadas de otros campos.

Próximo a entrar en la etapa de alegatos, Niklison repasa en esta entrevista con Página/12 algunos ejes que surgieron del juicio que permitió por primera vez reunir 34 casos para la fiscalía y 35 para la querella. Entre otras cosas, explica por qué cree que la idea del robo de niños no surgió el 24 de marzo de 1976 sino que fue un efecto de la política de desaparición que obligó en determinado momento a poner en marcha el robo de niños. Habla de los jefes del Plan: Jorge Rafael Videla, Reynaldo Bignone y Jorge “el Tigre” Acosta, entre otros. De la Iglesia y el rol que efectivamente cumplieron “montones” de “obispos, adjuntores y capellanes” que entregaron información a la familias y muestran que tuvieron “acceso a la información”. Y habla de los documentos desclasificados y de la “importantísima” declaración del entonces funcionario norteamericano Eliott Abrams, que dijo que Estados Unidos sabía del robo de bebés y sugirió que intervenga la Iglesia: “Esto demuestra que el gobierno norteamericano quería que no los eduquen (a los chicos) familias comunistas, por eso se lo bancaron. Y segundo, se ve en el memorándum que con los desaparecidos está, pero los chicos es un tema que les hace ruido”.

–¿Cuál es la imagen del juicio que más le impactó?

–Al principio hubo algunas muy fuertes, pero la declaración de Victoria Montenegro fue muy importante. Sabía lo que iba a decir, pero me pareció una persona que podía llorar y reírse, y contar su fanatismo por el militar que la apropió y decir lo contrario. Pudo manejar el drama, contarlo cuando dos o tres años antes seguía sosteniendo que era María Sol Tetzlaff. Fue importante cómo se animó a denunciar al fiscal Juan Martín Romero Victorica. Ella no sabía qué hacer. Yo le dije que hoy había gente en la Justicia que no quería tapar esas cosas. Otra faceta fueron las Abuelas. Uno escuchaba a la abuela de Paula Logares, Elsa Pavón, entrar y salir y buscar a su nieta como en una historia de detectives. Me baso en pensar que el poder las subestimó: nunca pensó que estas mujeres iban a hacer todo eso. Cuando ellas hacen esto, lo normal hubiese sido que nunca hubiesen podido averiguar casi ningún dato, y por eso en definitiva en el Juicio a las Juntas se probó sólo el caso de los hermanos Gatica, porque no se pensaba que ellas iban a tener el tesón que tienen hasta hoy. La dictadura tenía la certeza de que no los iban a descubrir. Por eso en el documento final de la Junta, el que ordena la autoanmistía ni menciona el tema de los chicos. Lo hacen pese a que hay un plateo de la APDH para que intervenga la Iglesia. Y está ese otro planteo que ahora nos enteramos que hace Abrams por el lado de Estados Unidos.

–Dice lo mismo: que intervenga la Iglesia.

–Y ellos deciden no hacerlo con la confianza de que esto nunca iba a saltar. En el documento desclasificado hablan del problema de sacarle los chicos a las “familias adoptivas”. También eso es importantísimo porque muestra que en algún lugar todavía hay documentación y la deben tener. No puedo creer que hayan prendido fuego o no hayan microfilmado a quién le dieron cada chico.

–Al comienzo del juicio, se dijo que la sucesión de casos iba a permitir ver el plan sistemático. ¿Qué se vio?

–La fiscalía tiene 34 casos. Sabemos que hay más. No sólo por las denuncias sino porque hay montones de condenas y sin embargo no forman parte del juicio. Pero estos casos fueron elegidos por los lugares donde se dieron: dentro de Buenos Aires, y a lo mejor es que el tema de los chicos se concentró acá aunque hubo casos en Córdoba, en San Juan o Santa Fe y alguno en otro lugar.

–¿Los otros serían casos aislados?

–Pareciera que el grueso se dio acá. Hubo dos casos de este juicio de embarazadas que trajeron desde Córdoba. Pero por las declaraciones, para mí en Córdoba se dieron todas las situaciones: hubo a quienes se les devolvieron los hijos, hubo embarazadas fusiladas y algunos testigos hablan de la resistencia de los médicos de allá a prestarse para partos de mujeres secuestradas. Esa sería la explicación de por qué traen a la ESMA a María del Carmen “Pichona” Moyano de Poblete, por ejemplo. También hubo un caso con condena en el Hospital de Paraná el año pasado y se dijo que podría haber otros. Pero cuando se hizo la denuncia original de esta causa, hace 16 años, se eligieron estos casos y tiene su lógica.

–¿Qué características tienen en común?

–De los 34 casos, 33 madres desaparecen. Sólo queda viva Sara Rita Méndez, que la devuelven a Uruguay pero entregan a su hijo acá. Y desaparecen 32 padres, ni Abel Madariaga desapareció ni el marido de Sara Méndez.

–¿Qué significa eso?

–Mi idea es que cuando la madre iba a ser liberada, no le robaban los chicos. Y por supuesto la postura de la acusación no va a ser que el Ejército se convirtió en una banda dedicada a robar chicos. No es así. Hubo embarazadas a las que mataron directamente y otras perdían los embarazos en las torturas, pero en los demás casos está claro que las tenían esperando hasta que tuvieran los hijos, luego las desaparecían y en ese momento entregaban al chico. Casos de mujeres desparecidas que hayan parido en cautiverio y que les devuelvan los hijos hay muy pocos: uno en ESMA, uno en Vesubio y pareciera que dos en Córdoba, pero en general en eso hay una especie de regla.

–¿Qué pasó con los niños más grandes?

–De los 34 casos, 27 nacieron en cautiverio. Y 7 ya habían nacido, tenían entre 13 días y 4 años, como Anatole Julien, que lo llevaron a Orletti con su hermana, después a Uruguay, y los abandonan en una plaza de Chile. Creo que su edad generó el problema de entregarlo, con lo que lo llevaron a Chile para que no se supiera dónde estaban. Por lo cual estaban desaparecidos. Uruguay tampoco se quiso hacer responsable.

–Una hipótesis indica que a los recién nacidos los apropiaban y los más grandes los entregaron a instituciones.

–Yo creo que ocurrió como en otras adopciones: la gente quiere adoptar un bebé recién nacido. A los chicos ya nacidos en general no los robaron. Supongo que no les sería tan práctico llevarlos a los centros clandestinos. Hay niños secuestrados en operativos que fueron devueltos y otros que no.

La solución argentina

–Hubo dictaduras similares en toda América latina. Y en ningún caso se desarrolló una organización como la de Abuelas de Plaza de Mayo. Le pregunté a Pérez Esquivel cuando estuvo, y me dijo que no hubo. En Uruguay, hubo sólo el caso de Macarena Gelman, por eso estaban horrorizados cuando sale la denuncia. En Chile no hay casos, por lo menos yo no los tengo. Y en Bolivia, pregunté y una testigo me dijo que no. No quiere decir que no puede haber, pero por lo menos no tuvo la dimensión como para que se organice una agrupación para reclamar. Entonces, salvo que los militares y policías argentinos tengan una predisposición a apropiarse de los hijos de sus víctimas, cosa que no creo, es que de arriba decidieron hacerlo. ¿Por qué ocurre algo así en una sociedad y no en otra? Porque hay algo del poder que lo permite.

–¿Por qué?

–Sin duda tiene relación con la metodología elegida. En Uruguay hubo detenciones o asesinatos, los desaparecidos son poquísimos. En Chile hubo desaparecidos, pero iban directamente y los fusilaban. Todos tuvieron sus áreas clandestinas pero acá, estimulados por las condenas internacionales que caían sobre Chile, se estableció la clandestinidad como método central. Entonces surge el problema de los niños. Creo que el 24 de marzo no se propusieron tomar a los chicos, pero como el noventa por ciento de las víctimas eran personas jóvenes, generalmente parejas y mujeres en edad fértil con chicos, chiquitos, les surgió el problema y encontraron un justificativo importantísimo: se dijeron que los chicos eran así por las familias que los educaron con estas ideas.

La Iglesia

–Lo que interesa en el juicio es la gran cantidad de información que obtenían a través de gente de la Iglesia los familiares que buscaban a sus hijas y a sus chiquitos. Vino de montones de obispos y adjuntores de entonces. Monseñor Raúl Plaza le dice a Chicha Mariani que no busque más a su nieta porque está bien con otra familia. En el caso de (Licha) La Cuadra también le da información otro obispo y le dice que su nieta está siendo educada cristianamente. Graselli le dice más o menos lo mismo. Otro (el vicario castrense, Victorio), Bonamín, le dice a un pariente de Beatriz Castiglione que ella debería ser liberada unas semanas más adelante. (El entonces párroco del obispado de Morón, Raúl) Trotz que le dice a Amelia Galeano que su amiga Teresita, que era catequista, ya estaba afuera del país y su hija estaba siendo educada por una familia cristiana. O sea, llegaban a la información.

–Hay más casos: Sandoval, por ejemplo.

–La familia de Alejandro Sandoval era de Entre Ríos y al padre le dijo el cura del pueblo, que era un capellán del Regimiento de ahí, que tuvo un varón. Juan Gelman llegó a la información en 1977, cuando le dijeron en el Vaticano que nació su nieta o nieto, a través del segundo de la Secretaría de Estado vaticana que se comunica con alguien de Argentina y supo aquello dea child was borns. ¿Cómo hace un obispo, y en este caso un obispo que es un diplomático, para obtener información? El obispo tuvo que haberse contactado con un general o almirante que le dio información. Los datos me sirven para marcar eso: ahora están todos muertos, pero permiten saber que ellos tenían acceso, que había niveles donde sabían. Pareciera que no estaba descontrolado, estaba perfectamente controlado.

Para encontrar al mellizo

Oscar Kopaitich declara en la causa por la apropiación del mellizo Valenzuela-Negro.
Organizados para vender a los bebés

El testigo está citado para mañana, en Paraná. Contó que en Rosario funcionaba una estructura dedicada a la comercialización de chicos nacidos en cautiverio durante la dictadura. Ratificó que el suicidado Paúl Navone se quedó con el niño.

 Por Juan Cruz Varela

Desde Paraná

La investigación sobre el destino del mellizo varón de Raquel Negro y Tulio Valenzuela continúa su curso en el Juzgado Federal de Paraná y mañana declarará por videoconferencia Oscar Natalio Kopaitich, un militante peronista residente en Barcelona. Se trata de un militante de la JP, enrolado en la denominada Tendencia Peronista, a quien Eduardo Costanzo mencionó durante el juicio realizado el año pasado como alguien que podría tener datos sobre el destino que tuvo el chico. En diálogo con Rosario/12, Kopaitich adelantó detalles escalofriantes sobre el funcionamiento de una estructura dedicada a comercializar a los hijos de desaparecidos, algo que de comprobarse abre un panorama inédito sobre el plan sistemático de robo de bebés. Lo cierto es que después de muchas idas y venidas, finalmente Kopaitich declarará mañana, desde la embajada argentina en Madrid, a través de un sistema de videoconferencia, en la causa que se tramita en Juzgado Federal de Paraná como "NN López", que se inició para establecer el paradero del mellizo.

Además, Kopaitich agregó más datos a la sugerencia que Costanzo dejó picando durante el juicio y ratificó sus sospechas sobre Paúl Alberto Navone, un agente de inteligencia que apareció muerto el 25 de febrero de 2008, el día en que debía presentarse a declarar como imputado en la causa que se investigaba en Paraná.

-¿Cómo se enteró de la historia de Raquel Negro y Tulio Valenzuela?

-En 1978 yo estaba muy involucrado con la Juventud Peronista y me avisaron que era prudente que me fuera del país por un tiempo. Estuve en Italia el tiempo necesario como para que se fregara la cosa conmigo y luego pude volver. Cuando volví, me encontré con un compañero en quien yo confiaba muchísimo, que hoy está fallecido, que me contó lo que había pasado con Tucho Valenzuela y de su arreglo con (el jefe del Segundo Cuerpo de Ejército, Leopoldo) Galtieri. Así me enteré absolutamente de todo: lo que pasó en la Quinta de Funes y el paso de los detenidos por la Escuela Magnasco hasta tanto (Juan Daniel) Amelong acondicionara un campo de su familia, que se llamó La Intermedia, que está exactamente enfrente de la estación de servicios YPF, sobre la autopista Rosario-Santa Fe, muy cerca del río Carcarañá.

-¿Le contaron también lo que había pasado con los mellizos?

-Sí. Esto es tan terrible que parece alucinante. A Navone se le ocurre quedarse con el varón, pero no con la nena. A la nena la llevaron Amelong y (Walter) Pagano hasta Rosario y la dejaron en el Hogar del Huérfano. Pusieron un escarbadientes en el timbre que está sobre la calle Maipú para que las monjas se vieran obligadas a recogerla y ellos poder escapar. En cuanto al chico, nació con algún problemita de salud, que no era nada serio, sino algo que suele ocurrir en los partos múltiples, porque tragó un poquito de líquido amniótico. Por eso dijeron que tenía problemas, que se había ahogado y había nacido muerto. Eso es mentira. Es un invento de Navone para quedarse con el niño. Lo atendieron en el Instituto Privado de Pediatría hasta que salió del cuadro y de ahí fue a parar a la casa de Norma Ramos, que era una celadora de la Policía de Menores de Rosario y tenía una casa en la zona sur, en los aledaños de Uriburu y Oroño, adonde iban a parar todos los bebés para después negociarlos. De eso se ocupaba una abogada, Leyla Perazzo, y el precio variaba según las características fisonómicas de los chicos. Ahí fue a parar el hijo de Raquel Negro y de ahí lo sacó Navone.

-De esta respuesta se infiere que había un grupo dedicado a la comercialización de bebés. ¿Solo lo hacían con hijos de desaparecidos o había una red más amplia?

-Bueno... la segunda parte de la pregunta involucra el contenido de la primera también. Y debo decir que no. Era solo una parte de la logística con la que contaban para el caso de los hijos de desaparecidos y aquellos que sobrevivían a enfrentamientos armados. Ese era el método que utilizaban en esta área, no sé como operaban en otras regiones. Aunque también hay casos de chicos que fueron entregados a sus familias.

-¿Qué relación tenían Ramos y Perazzo con la patota del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario?

-(Risas) Eran miembros de la patota y se valían de su condición de policías. Por supuesto que también recibían algunos aportes adicionales en su sueldo por esta función tan importante que desempeñaban.

-Se sabe que Amelong y Pagano se llevaron a la nena, pero ¿quien llevó al varón a esa casa?

-No lo sé. Quién se llevó al niño a la casa de Norma Ramos, no lo sé.

-¿Por qué Navone querría apropiarse del varón siendo que ya tenía hijos?

-Sí. Lo de Navone en relación con Raquel Negro también es muy tétrico. Cuando a Raquel Negro la ingresaron en el Hospital Militar de Paraná, estuvo con cuidados especiales hasta que se produjo el parto, pero después había que cumplir la orden de Galtieri de fusilarla, porque ese era el costo que debía pagar por la traición de Tucho Valenzuela. Como Amelong y (Pascual) Guerrieri sabían que Navone quería quedarse con el niño, lo obligaron a fusilarla. Entonces la llevaron a los fondos del hospital, prácticamente desnuda, con ella sosteniéndose el vientre todavía, y Navone pidiéndoles a Amelong y Guerrieri que fueran ellos quienes la maten. Pero los otros lo obligaron a que lo hiciera y Navone la fusiló con un tiro en la frente. Por eso ella volvió a La Intermedia desnuda y con una bolsa de nylon en la cabeza, para que no les ensuciara el baúl del Peugeot 504, que manejaba Marino González. Parece kafkiano, pero fue así. Y ahí fue entonces que le entregaron el niño. Pero el que tuvo que apretar el gatillo fue Navone.

miércoles, 8 de febrero de 2012

“Es exactamente igual a la española”

Un testigo en el juicio comparó la lógica de la dictadura con el franquismo

El periodista Vicente Romero Ramírez contó que los franquistas también se apropiaban de los hijos de las prisioneras republicanas. También relató un encuentro que tuvo con Ramón Camps, durante el cual éste le mostró un informe con datos sobre desaparecidos.

 Por Alejandra Dandan

Ramón Camps acababa de publicar un libro sobre Jacobo Timerman. “Estaba deseando hablar de ese libro, aceptó recibirme, tenía dos cosas encima de su mesa: una pistola con la que estuvo jugando y apuntándome durante toda la entrevista; una pistola que decía haberle arrebatado a un montonero cuando iba a disparar contra él”, y un libro del ex director del diario Pueblo de España, para el que en ese momento escribía Vicente Romero Ramírez, un periodista español que volvió a recordar esa escena frente al Tribunal Oral Federal 6 en el juicio oral por el robo de bebés. Lo del libro que tenía en su escritorio “provocó que Camps creyera que yo era uno más de la cuerda, y hablara con absoluta desfachatez”. En un momento, abrió la caja fuerte. Sacó un informe escrito por él y remitido al Vaticano: “Me dejó ver el informe donde estaban detallados más de cinco mil muertes y los lugares donde habían sido eliminados y arrojados esos cadáveres”.

El miércoles de la semana próxima terminará la etapa de pruebas y testigos del juicio y a mediados de marzo llegarán los alegatos. En medio de los últimos testigos ayer se oyeron dos declaraciones. Desde Córdoba, habló María Cristina Bustamente, secuestrada del circuito Camps que recordó el llanto de un niño, un bautismo, la presencia del capellán Christian von Wernich y el embarazo de Elena de la Cuadra (ver aparte). Vicente Romero Ramírez describió sus primeros días en Buenos Aires durante el golpe, las amenazas por las que tuvo que dejar el país, los contactos con las primeras Abuelas de Plaza de Mayo y lo inverosímil que para la prensa extranjera parecían aquellas historias. Se detuvo, sin embargo, en otros ejes: su entrevista con Camps y más tarde con Adolfo Scilingo. Habló del informe al Vaticano y otro de la Cruz Roja Internacional hasta ahora nunca difundido. Y conectó el juicio con lo que sucede en España: los parentescos entre el robo de niños argentinos y las prácticas del franquismo.

“A los periodistas nos costó inicialmente mucho trabajo creer en la cosas que nos contaban –dijo–, hasta que por nuestra propia experiencia de amenazas y presiones acabamos convencidos de que aquello que nos resistíamos a creer era cierto.”

Romero cubría conflictos internacionales, había estado en Chile, lo habían detenido y expulsado y trabajaba para el diario Pueblo, que dejó de existir en 1984. En marzo de 1976, intentó quedarse en el país, pero poco tiempo después le dieron siete días para irse. Volvió varias veces. “Era muy difícil de creer que se detuviera a embarazadas y que hubiera una política de apropiación, era difícil de creer treinta años después de la barbarie nazi.” Casos como la apropiación de niños tenían precedentes en la Alemania nazi, dijo, “en Vietman, en Estados Unidos pero sobre todo había un clarísimo precedente en España, donde se produjo la apropiación de los niños de las presas republicanas a las que se las dejaba parir en la cárcel y eran eliminadas; todavía hoy están apareciendo y saliendo a la luz. Pese a todos esos precedentes o a las simples sospechas como España, o casos entonces más recientes como Vietman, pese a todo, nos costaba mucho trabajo creer que eso fuera posible en Argentina”.

Romero contó que hasta después del Mundial se resistían a publicar esas cosas. “Ayudó a convencernos ver cómo se asesinaba o detenía a periodistas. Ya era difícil no creer que en la cafetería sonaba un pito y te encontrabas encañonado por las fuerzas militares. Y nos ayudó mucho el ver cómo se acercaban a nosotros las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, pidiéndonos ayuda porque aquí eran silenciadas.”

De España describió escenas que explican de alguna forma por qué Abuelas de Plaza de Mayo ahora es querellante en la causa que se abrió en Argentina. El mismo trabajó en los últimos tiempos en la edición de un programa para la televisión española en la que entendió alguna de esas lógicas que lo remitieron a lo que había sucedido en Argentina.

“Es exactamente igual a la española”, dijo. “En España se les dejaba tres o cuatro días a los niños, quizá porque en esa época de posguerra se entendía que médicamente era más seguro que las madres los amamantaran antes de arrebatárselos. En España se fusilaba a la madre.” Aquellos “hijos de los rojos” iban a parar “tanto a familias de militares, como del aparato político falangista, como al aparato económico, como a familias ligadas a medios de expresión de la dictadura”. Participaron instituciones como orfanatos y hubo colaboración de la Iglesia Católica para determinar los destinos de esos niños. Dijo que los casos del libro Los niños perdidos del franquismo valdrían para explicar los de Argentina.

Entre el público, lo escucharon algunas de aquellas mujeres de la Plaza que él conoció en los años de dictadura. Chicha Chorobick de Mariani, Elsa Pavón y Paula Logares, la nieta recuperada de Elsa, a quien él mismo entrevistó cuando ella conoció su nombre.

En la época de la entrevista con Romero, Camps dio varios reportajes como aquel de Cambio/16 en el que admitió el robo de niños. La fiscalía le preguntó a Romero si Camps le dijo algo sobre el asunto: “Cuando se hizo la entrevista no estaba el tema tan presente”, explicó el periodista. “Pero efectivamente me habló de las mentiras que articulaban, en su opinión, los grupos de defensa de derechos humanos y especialmente Madres y las Abuelas. Y me citó como ejemplo un caso que parecía preocuparle, el de Anahí Mariani, la nieta de Chicha, diciendo sin yo preguntarle que Anahí había sido muerta en un tiroteo y que la abuela seguía empeñada en que no fue así.”

En esos años Romero –que a la tarde siguió camino a La Plata para declarar en el juicio por el circuito Camps– entrevistó a otros represores, entre ellos a Emilio Massera. Años después, Scilingo le habló de Cecilia Viñas. De cómo en un verano, él y su hijo se encontraron en la pileta de oficiales de la marina con Jorge Vildoza –entonces segundo jefe de la ESMA y prófugo desde 1986– y el hijo de Viñas.

Un abogado de Abuelas de Plaza de Mayo le repreguntó por el informe del Vaticano, un documento que describió de 6 o 7 centímetros de grosor, en el que pudo mirar el dato de los números y la palabra Avellaneda, cuyo cementerio fue uno de los depósitos donde se enterró a desaparecidos como NN.

El otro documento que mencionó es un informe de la Cruz Roja Internacional hecho en Argentina y que nunca se difundió: “La Cruz Roja mundial tiene una razón poderosa para no hacerlo público –dijo– porque inclumplió con sus propios estatutos que la obligan a informar a los familiares de los prisioneros y haber actuado de correo de los prisioneros”.

domingo, 5 de febrero de 2012

La edad de la inocencia

El relato de los hermanos Magariños sobre el secuestro de su familia.

Primero fue el padre. Y al mes, en una noche fría de junio de 1976, la madre. La patota volvió a la madrugada y se llevó a los hermanos, de entre 14 y dos años, para arrojarlos por años al sistema de orfanatos oficiales.

 Por Alejandra Dandan

Jorge “Tachuela” Magariños es un hombre de cincuenta años que se parte en lágrimas. Busca un respiro en su vaso de agua, mientras otra vez se mete en la historia que acaba de contarle al fiscal federal de San Nicolás, Juan Murray. El secuestro de su padre y, un mes más tarde, en el infierno de junio de 1976, la patota precipitándose en la madrugada de un barrio obrero de San Pedro. Se llevan a la madre y él llora cuando dice que todavía se acuerda cuando ella le dijo antes de salir con lo puesto, a él, de catorce años, uno de los cuatro hermanos de la casa, “cuidá a los más chicos”.

“Vamos a ver... –dice Tachuela–. Yo sé que mis padres militaban, no sé qué o en qué, pero participaban. Sucedió lo que sucedió, primero lo llevan a mi papá, aunque yo le digo mi papá porque él me crió, pero tengo otro apellido. Lo llevan de mi casa. Por lo que tengo entendido, un mes antes que a mi mamá. A ella la vienen a buscar a la madrugada, serían la una o las dos, lo que pasa es que han pasado 35 años... No me gusta acordarme de estas cosas, me hacen volver a vivir lo que viví en esa época.”

Apuntalado por los organismos de derechos humanos de San Pedro, por Orlando “Naico” Brambilla, militante del foro por la memoria de San Pedro, y por Ana Sarchione, docente de la UBA, Tachuela presentó su declaración ante la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación motivado por la reparación que el Estado ofrece a los hijos que vieron el secuestro de sus padres. Tachuela no sólo vio, también fue secuestrado con sus hermanos.

“Eso sí lo recuerdo –dice–, teníamos un perro cuando la fueron la buscar a mi mamá. Entraron como Pancho por su casa, todos armados. Mi mamá se levantó asustada porque estábamos mis tres hermanos y yo. Mi hermano más chico tendría un año y medio o dos. Eramos todos chicos. Entraron, lo recuerdo bien, me quedó grabado en la mente: estaban armados, eran diez, dejaron tres o cuatro coches en el frente, mi mamá andaba en calzones y sacaron las armas.”

El perro Piti se lanzó encima de los recién llegados. “¡Saquen de encima a ese perro porque lo mato!”, les lanzaron. “A ella la querían llevar así nomás, como estaba en la cama. La dejan vestir porque les pide por favor. A nosotros nos dicen que nos quedemos encerrados. Nos dicen que la llevan para hacerle una pregunta. Y que iba a volver y, claro, era que iba a volver después de cuatro años y medio.”

“Nos dijeron que ahora mi mamá venía, cosa que no sucedió. Con mis hermanos Saúl, de dos años y medio, Fabia, de seis, Daniel, de once, lloramos como locos. Me acuerdo de que mi mamá me dijo antes de irse por ser el mayor: ‘Cuidá a los chicos vos’. Que me encargara de mis hermanos.” “Nos acostamos llorando, nos dormimos y a la madrugada vinieron tres o cuatro autos a buscarnos. Nos dijeron que íbamos a ir con nuestra madre, pero a mis hermanos Saúl y Fabia se los llevaron en un auto y Daniel y yo fuimos en el otro. Nosotros fuimos a parar a la comisaría de San Pedro, de mis hermanos no supimos nada hasta después de casi dos años.”

“Los secuestraron engañados”, escribieron Naico y Ana sobre el caso. Les dijeron que iban a reunirse con su madre y los detuvieron amparados en una falsa denuncia que decía que se habían robado cigarrillos de un almacén.

“Qué sé yo –dice Tachuela–, ahí pasamos no sé cuántos días. Sé que fueron como cincuenta, gracias a Dios que teníamos a la tía Coca que no sé cómo se enteró y nos empezó a llevar comida después de muchos días.”

Tachuela y Daniel comían una vianda que cada tanto les llevaba Coca, que también vivía en el barrio. A los cincuenta días, los metieron en un patrullero camino al juzgado de San Nicolás, donde los entrevistó un juez de apellido Marchetti, les dio café, algún bizcocho o facturas, y los mandó de nuevo a la comisaría.

“De mis hermanos más chicos no sabíamos nada. Esta vez nos pusieron en un calabozo más grande. Había dos mujeres, una llamada Marisa, las cuales nunca vamos a olvidar porque gracias a ellas comimos esos días que mi tía Coca no nos trajo comida porque pensaba, o le habían dicho, creo, que no volvíamos a la comisaría. A la noche tarde, a ellas las sacaban para tener sexo, creo, también vimos el maltrato. Los que las sacaban, uno era Arenel, otro Butti y también el comisario Samoano. Estas señoras nos ayudaban muchísimo, nosotros chiquititos dormíamos con ellas.”

Una madrugada los despertaron. “Nos hicieron bañar con agua fría. Luego de cambiarnos, a Daniel, a mí y a las chicas nos suben al patrullero y nos llevan hasta la estación de trenes de San Pedro. Ibamos en un vagón oscuro, Daniel y yo esposados, los policías Arenel y Pergentil, y las chicas, muchos asientos más adelante. Antes de llegar a Retiro nos sacan las esposas. Después seguimos a Constitución, cerca del mediodía ya estábamos en La Plata en un juzgado de menores y antes de las cuatro de la tarde ya estábamos en el colegio.”

Tachuela le sigue diciendo colegio, pero el Instituto de Menores Melchor Romero seguramente no tenía pinta de escuela.

“Había dos colegios, uno de más seguridad y uno de campo abierto. No sé cuántos días estuvimos, pero sé que me hacían lavar la ropa con mi hermano. Abajo del pabellón había un piletón grande o no sé qué era, y ahí decidimos un día que nos escapábamos. Había un chico de Junín un poco más grande, no mucho porque no sé hasta qué edad se puede estar ahí. Decidimos escaparnos porque era todo abierto. Y no sé de cuál fue la decisión, pero dijimos: nos vamos y nos vamos, y nos fuimos.”
En la vía

“Era la tarde cuando nos escapamos: mi hermano, yo y el chico de Junín que no sé el nombre. Corrimos por una vía. Nos siguieron tres chicos, era gente grande ya, pero no nos alcanzaron. Llegamos por las vías hasta la primera estación, que era Abasto, y nos metimos al tren a La Plata y después Constitución, Retiro.”

El pibe de Junín que tenía algo de plata les dio dinero para volver a San Pedro, y él volvió a Junín: Tachuela no volvió a verlo. Como a una de las dos mujeres de la comisaría, porque de la otra, de Marisa terminó viviendo a tres cuadras. “Seguro que está bien –dice sobre el pibe–. Uno que no quiere estar encerrado, sabe que estará haciendo las cosas bien, sacando cuentas, uno piensa eso.”

En el tren tenían los pantalones sucios. “Estábamos todos mugrientos. Una señora me dice: ‘¿De dónde vienen?’. Y yo le digo ‘de trabajar’, porque tenía el pantalón blanco que estaba todo mugriento.”

Cuando llegaron no pudieron volver a la casa porque alguien la había ocupado. No tenían a los padres, no estaban los hermanos. Caminaron a lo de Coca, que “no nos dejaba salir a la calle por el miedo”. Coca los despertó una mañana y finalmente los llevó a San Nicolás para pedirle a un juez de menores la guarda de todos.

“Y mientras tanto, de mis hermanos no sé cuánto tiempo pasó que no sabía nada. Mi tía Coca no sé cómo se entera un día de que mi hermano estaba en un colegio o en distintos colegios, porque cuando se entera decidimos ir a buscarlos.”

En Buenos Aires, mientras tanto, otra tía, Gladys, hermana de la Elena, la madre de los chicos, los había localizado y los sacaba cada tanto: “Y no sé cómo hicimos pero nos fuimos para Gregorio de Laferrère, pero encontramos la casa de mi tía y le dijimos que los sacara, que nosotros los íbamos a ir a buscar. Cuando volvimos ella no estaba, le dijimos que por favor los sacara, que los trajera, que nosotros íbamos a traerlos otra vez para San Pedro. Con mi hermano vendíamos helado, me acuerdo de que eran Frigor los que vendíamos. Juntamos plata y fuimos y lo trajimos. Nos quedamos con mi tía Coca los cuatro hasta que después de un año y pico salió mi papá”.
El relato de Saúl

“A mí me quedan imágenes vagas. El colegio. Haber lavado las sábanas porque me había orinado, chicos con valijas. Yo veo que son distintos lugares, no es el mismo lugar. Todos recuerdos malos, pienso que por eso, por ahí, mi conducta haya sido mala, no hoy por hoy porque soy otra persona, tengo mis hijos y hago todo por mis hijos. Pero estuve en un penal preso casi cuatro años. Me desperté un día todo lastimado y estaba ahí.”

Saúl tiene una agrupación peronista que con el correr de los años, cuando salieron de la cárcel, sus padres armaron un comedor que ahora es un centro complementario educativo gracias al cual, dicen, comieron durante años.

“Yo sufrí. Mis hermanos hicieron de todo. Vendieron diarios, helados. Mi hermano lustró zapatos, andaba pidiendo. Hasta que mi papá salió. Mi mamá cuando salió juntó a sus hijos para dedicarse a trabajar, compraron un rancho, lo pagaron en cuotas, todo con trabajo, nos criaron ahí. Por eso digo que soy un agradecido de la vida. Antes de que me pasara esto que nos pasó, yo perdí un ojo. Iba al colegio y después me decían: ‘¡El hijo de semita! ¡El hijo del subversivo montonero! ¡Tuerto!’. Cosas que me hicieron mal. Y hoy por hoy la gente me ve de otra manera: hablo con compañeros que le quieren hacer un homenaje a mi viejo. Soy albañil, por ahí trabajo un día sí, un día no, pero tengo a mi mujer con trabajo seguro, comida a mis hijos no les falta. Yo pedí una pensión pero para el Estado no soy discapacitado, pero para trabajar en una fábrica sí. Aún así sigo para adelante. El objetivo es que esto no le tiene que pasar a nadie más en el mundo. Por lo menos en mi país. No era de una familia de delincuentes, sino de trabajadores, de gente de muy humilde.”
La historia de Fabia

“Tenía seis años cuando a mi mamá se la llevaron. Yo estuve en un lugar que sería un colegio, porque había chicas. Ahí dormí, nunca en un colegio fijo. Siempre me acuerdo de que dormía en distintas camas; me acuerdo de calles de adoquines. Que era la más chica y me hacían subir a la cuarta cama y las chicas se reían y me tiraban almohadones. En el último colegio estuve más tiempo, donde me fueron a buscar mis hermanos, primero me buscaron por todos lados, las camas estaban todas en hilera. En la punta del pabellón había una monja que siempre se sacaba el hábito de la cabeza a la noche, yo siempre tenía la mirada fija ahí. Yo era la encargada de sacar las sábanas y llevarlas al lavadero. Y a la siesta una monja me sacaba los piojos, todas las tardes. Me arrodillaba y ella me sacaba los piojos. Si no hacías las cosas te ponían de rodillas en penitencia. Y así capaz que estabas todo el día. Una vez me pusieron así porque no llegué a sacar todas las sábanas del pabellón porque para todo eran dos filas y eran largos los pabellones. Cuando me dijeron ‘vino tu familia’, todavía me acuerdo. Me dijeron: ‘Vino tu familia a buscarte’. Como a más de un año me fueron buscar y yo no los conocía. Decía que no, que no, que no eran mi familia y la monja que sí, me insistía y yo no les creía hasta que nos trajeron a San Pedro, fuimos a la casa de la tía Coca. Y así..

miércoles, 1 de febrero de 2012

Los registros de un secuestro familiar

Aportan un documento secreto del Grupo de Tareas de la ESMA 

El documento fue entregado por la periodista Analía Argento. Da detalles sobre la desaparición de los Ruiz Dameri: los padres y los chicos de 4 y 2 años llevados a la ESMA, donde nació la niña más pequeña, apropiada por el prefecto Juan Antonio Azic.

 Por Alejandra Dandan

“A raíz de las operaciones de inteligencia que personal de este grupo de tareas realiza en zona de fronteras juntamente con personal de PNA; Operación ‘S’ ‘Yacaré’ el 040680 fue detectado el DTB (n.d.r.: delincuente terrorista montonero) NG (nombre de guerra): ‘Carlos’ o ‘Chicho’; NL (nombre legal): Orlando Antonio Ruiz, que se dirigía a la Ciudad de Buenos Aires en compañía de sus dos hijos de 4 y 2 años de edad y de su esposa la de DTM MG: ‘Victoria’ NL: Silvia Beatriz Dameri de Ruiz.”

El informe continúa. Escrito en máquina de escribir, está encabezado por las ahora formas fantasmales de la Escuela Mecánica de la Armada GT 3.3.2 (ver imagen aparte). El documento se presentó durante el juicio oral por el plan sistemático de robo de bebés. Es parte de la información que recogió para su investigación de los niños apropiados durante la dictadura la periodista Analía Argento en su libro De vuelta a casa. A pedido de los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo y de la fiscalía que encabeza Martín Niklison, el Tribunal Oral Federal 6 convocó a la periodista para hablar de ese documento que confirma que existen archivos de las fuerzas de seguridad, o que las fuerzas de seguridad dejaron claramente asentados los pasos que iban dando en su convencida lucha contra la “subversión”. Y, en el marco de esta causa, reconocen que con los adultos fueron secuestrados además los niños.

“Cuando vimos el documento, pedimos que acompañara como prueba la causa del plan sistemático y además la causa que por la identidad de Laura Ruiz Dameri”, dice el abogado Alan Iud de Abuelas de Plaza de Mayo en referencia al juicio que todavía está pendiente por apropiación de una de las niñas que nació en la ESMA y avanza contra el ex prefecto Juan Antonio Azic. “Ese documento revela por un lado que hay archivos de inteligencia del terrorismo de Estado, no sabemos dónde, pero están, es una muestra más de que cuando los jueces detienen a los imputados deberían, por ejemplo, sin excepciones, allanar sus domicilios y domicilios asociados. Por otro lado, muestra documentación precisa del momento en el que los detuvieron señala que no hubo una persecución azarosa sino que todo fue planificado y finalmente que sabían que estaban secuestrando a unos chicos.”
El documento

Analía Argento tuvo una certeza del valor que tenía ese documento que le dio una de sus fuentes cuando lo consultó con el Equipo Argentino de Antropología Forense. El texto revela el día preciso del secuestro de los Ruiz Dameri, del que hasta ese momento sólo se sabía que había sido a comienzos de junio de 1980, mientras volvían por segunda vez al país en el marco de la Contraofensiva de Montoneros. Además, es un prueba de los mecanismos de tortura, llamados evasivamente “interrogatorios”. Y, entre otras cosas, confirma el “cerrojo” que tendieron a la organización los militares argentinos en coordinación con las fuerzas de seguridad de los países asociados al Plan Cóndor.

“Luego de producirse la detención de la totalidad del grupo familiar –dice el documento– 17.15 hs aproximadamente y practicado los interrogatorios iniciales se desprende: 1. Tanto el NG ‘Carlos’ como NG ‘Victoria’ realizaron el curso de TEI (n.d.r.: tropas especiales de infantería) en Líbano (abril/junio de 1979); 2. Realizaron el curso TEA (n.d.r.: Tropas especiales de agitación) en México (principios de 1980). También explica que en su equipaje encontraron documentación en blanco y sellos de goma.”

Hacia el final, señala: “Se recomienda no difundir la presente información y manejarla con suma discreción ya que este grupo de tareas continúa con la investigación del caso en cuestión a los efectos de poder determinar las conexiones con otros DT ya sea del país como del exterior”.
Los Ruiz Dameri

Víctor Basterra es uno de los sobrevivientes que vio a los dos niños adentro de la ESMA. Una vez se asomó a un pasillo del centro clandestino y vio a Marcelo correr a toda velocidad. Atrás lo corría su hermana más chica montada en un par de guillerminas.

Silvia y Orlando habían logrado escaparse a Brasil, de Brasil se fueron a Suiza, donde nació María de las Victorias. De Suiza viajaron a Madrid, les dejaron los niños a una pareja de compañeros para llevarlos a Cuba. Y ellos viajaron al Líbano donde Montoneros, dice Analía, tenía un acuerdo con la OLP para hacer los entrenamientos militares. En aquel momento, María Cristina se sacó una foto que todavía guarda María de las Victorias: “Para mis chiquitos hermosos –escribió ahí–, de mamá que los quiere y extraña mucho”.

Desde el Líbano hasta el secuestro pasó tiempo todavía. Y discusiones políticas adentro de la organización. Los dos entraron a Argentina para la primera etapa de la Contraofensiva, lograron irse otra vez, viajaron a México y Cuba y volvieron al país con los niños. Querían instalarse en uno de los barrios para dedicarse a la tarea de agitación política. Nunca pudieron llegar.

Silvia estaba embarazada en ese momento. Basterra no volvió a ver a los niños hasta que los encontró en una fotografía.

“Aún hoy a Basterra lo persiguen las imágenes de todo lo que vio mientras estuvo allí detenido”, dice Argento en el libro. “No olvida aquellas fotos que reveló un día. No sabe quién las sacó aunque supone que fue el suboficial ‘Willy’, el encargado de atender a los chicos y de llevar y traer cosas para los detenidos que eran trasladados a otros lugares aunque seguían bajo la órbita de los grupos de la ESMA, como era el caso de aquella familia. Bajo la tenue luz roja de la oficina del sótano aparecieron, sumergidas en el líquido revelador, las caras de los mismos chiquitos que vio un día corriendo y de su hermanita recién nacida. El nene y la nena estaban sentados junto a su mamá, que le daba la teta al bebé. Parecía la foto de un álbum familiar. Con asombro vio más: los chicos jugando, los chicos corriendo, la mamá abrazando a sus hijos en un jardín con plantas y hasta una piscina en el fondo. Reconoció en las imágenes la Quinta Pacheco, en la zona norte de la provincia de Buenos Aires, donde los marinos llevaban a algunos detenidos. El había estado allí y también había estado en una isla en el Delta del Tigre cuando trasladaron a los detenidos para que no fueran vistos durante la inspección de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 1979”.

Lo que sucedió después es tal vez más conocido. Los marinos alejaron de Buenos Aires a los dos hijos más grandes. A Marcelo lo dejaron en la puerta de la Casa Cuna de Córdoba con un cartel: “Soy Marcelo –decía–. Mi mamá no puede cuidarme. Que Dios los ayude. Gracias”. Todavía hoy se acuerda algo de aquel viaje. La idea de un Peugeot 404 bordó, el mismo Willy ubicado como chofer y una fecha de diciembre de 1980, casi seis meses después de la detención. A Laura también le pusieron un cartel, pero la dejaron en Rosario. Los dos fueron adoptados legalmente. El recuperó su identidad en 1989; su hermana, que cuando le preguntaban qué quería decía: “un hermano más grande”, la recuperó en 2000.

Azic se apropió de aquella niña recién nacida en la Esma. Laura recuperó su identidad en 2008. Creció al lado de la diputada Victoria Donda, también apropiada por el prefecto.