domingo, 25 de noviembre de 2012

El EAAF identificó los restos de una desaparecida que no llegó a dar a luz

En el marco de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas llevada adelante por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), fueron reconocidos los restos de Mirtha Noelia Coutouné, cuyo embarazo, según se confirmó, no llegó a término. Se trata, tristemente, del caso 108 resuelto por Abuelas de Plaza de Mayo.

Tanto Mirtha como su pareja, Héctor Hugo Malnati, fueron secuestrados el 24 de noviembre de 1976 en su domicilio de la ciudad de La Plata. Ella estaba embarazada de tres a cinco meses y posiblemente haya permanecido detenida en el CCD "La Cacha". Héctor también estuvo cautivo en "La Cacha" y en la Comisaría 5° de La Plata.
Mirtha fue asesinada el 31 de diciembre de ese año en la localidad bonaerense de Munro. Sus restos fueron inhumados como NN del cementerio de Vicente López y la Cámara Federal de la Ciudad de Buenos Aires confirmó su identidad. En 2010 habían sido identificados los restos de Héctor, inhumados en el cementerio de Avellaneda.

Su vida

Mirtha nació el 8 de abril de 1952 en Posadas, Misiones, y Héctor el 25 de julio de 1948 en La Plata, provincia de Buenos Aires. Sus compañeros de militancia y amigos la llamaban "Flaca" y a él "San" o "Colo".
Ella era una persona tranquila, querible y que tenía muchos amigos. De niña estudió danzas folklóricas y patín y siempre mostró inclinaciones artísticas. Cuando pasaron los años, tanto ella como sus cuatro hermanos (Alberto, María Silvia, Mario y Ricardo) decidieron ir a estudiar a La Plata.
Mirtha eligió la carrera de Medicina. Fue así que en 1970 los más jóvenes de la numerosa familia partieron y, un año más tarde, sus padres -Noelia y Félix- dejaron todo en Misiones para ir con sus hijos.
La casa de los Coutouné siempre estaba repleta de chicos y chicas y siempre había comida para todos. Mirtha comenzó a militar y así conoció a Héctor Hugo Malnati, se enamoraron y formaron pareja. Como tantos otros compañeros de ruta, ambos soñaban con un mundo mejor y más justo.
Por entonces, la situación en La Plata ya estaba muy difícil a causa de la persecución política, por eso los papás de Mirtha regresaron a Misiones. Poco después Mirtha y Héctor serían secuestrados.

La búsqueda

Noelia, la mamá de Mirtha, se topó con la trágica realidad de la desaparición de sus seres queridos. Sin dejarse paralizar por el dolor inició el peregrinaje que otras Madres y Abuelas recorrieron: ministerios, comisarías, hospitales, habeas corpus. Lo único que recibió fueron puertas cerradas y silencios cómplices.
Durante 30 años la Abuela Noelia quiso conocer el destino de su hija y soñaba con que el embarazo hubiera llegado a término, pero falleció sin saber ni lo uno ni lo otro, sumida en la misma incertidumbre que le impuso el terrorismo de Estado.
La familia Coutouné hoy cierra una etapa y comienza otra, no menos dolorosa pero al menos con la certeza de poder tener un sitio adonde llevarle flores a Mirtha, la Flaca.

martes, 6 de noviembre de 2012

Jorgelina Molina Planas: El largo camino desde el horror al arte

Fue una de las primeras nietas restituidas, pese a ello, a Jorgelina Molina Planas le llevó 26 años recuperar su verdadera identidad
A Jorgelina Paula Molina Planas le llevó 26 años recuperar su verdadera identidad

Por Horacio Aranda Gamboa

Fue una de las primeras nietas restituidas tras el retorno de la democracia, pese a ello, a Jorgelina Paula Molina Planas le llevó 26 años recuperar su verdadera identidad

Las pinturas, los acrílicos y dibujos que penden de las paredes y se multiplican, poseen una belleza de formas y colores inusuales. Son un conjunto de historias que van relatando el horror de una niña de tan sólo 3 años y medio, abandonada en un orfanato. Hablan de su soledad, del llanto. Describen la muerte y la desaparición de sus padres, de cómo debió juntar los pedazos hasta volver a saber quién era. A simple vista, su historia no es simple, ni lineal, tiene matices, como sus cuadros, que pasan de lo oscuro a la luminosidad y que son su carta de presentación.

“Cuando fui entregada en adopción el único modo que encontré para expresar lo que vivía fue a través del dibujo y la pintura”, dice ahora Jorgelina Paula Molina Planas, una de las primeras nietas restituidas en el año 1984. Sostiene que todo ese transitar a través del arte debió ser “mediante códigos, para que mis padres adoptivos no supieran lo que estaba queriendo decir; entonces usaba símbolos, cosas abstractas para no decir y decir al mismo tiempo, y ese fue el único modo que encontré para no terminar enfermándome”.

Sobre una de las repisas del living descansan dos tarjetas navideñas confeccionadas a mano y que denotan un trazo semejante y firme. La primera data de la Navidad de 1999 y está firmada por Carolina Sala, su nombre antiguo, el que le impusieron los padres adoptivos. La segunda se remonta al año 1972 y lleva estampado el nombre de Cristina Isabel Planas, su madre biológica, quien en ese momento se encontraba detenida como presa política en el penal de Rawson. La similitud entre ambas tarjetas es evidente, y el regalo –atesorado por un familiar– terminó llegando a sus manos como un regalo inesperado de la vida.

Mientras la mujer comienza a relatar su historia sentada a la mesa de su casa de San Fernando, su hijo de tan solo 1 año deambula por las habitaciones o va emitiendo golpecitos suaves que llegan desde la puerta de la cocina. La joven observa la escena y se vuelve como pidiendo comprensión mientras sus labios dejan escapar una sonrisa de complicidad. Lo cierto es que hasta llegar a este presente de plenitud, Jorgelina debió atravesar un extenso territorio de soledades, angustias, manipulaciones y mentiras.

Su historia se comenzó a desgranar el 15 de mayo de 1977 cuando fuerzas conjuntas llevaron a cabo un operativo en una vivienda de la localidad bonaerense de Lanús en la que iban a ser capturados cinco integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y entre los que se encontraba Cristina. De ella nunca se volvería a tener noticias y a la fecha figura como desaparecida. Antes de que se la llevaran, su madre la entregó a una mujer que la cuidaba.

Tres años antes, el 12 de agosto de 1974, su padre, José María Molina, integrante de la misma organización armada, era fusilado por el Ejército tras protagonizar el intento de copamiento fallido del regimiento de Capilla del Rosario en la provincia de Catamarca.

Con la bebé en su poder, la mujer a la que había sido entregada en guarda realizó una serie de intentos en pos de dar con el resto de su familia hasta que finalmente decidió entregarla a la Justicia.

Ya en manos de la jueza Delia Pons, titular del Juzgado Nº 1 de Menores de Lomas de Zamora, la niña sería derivada a un orfanato donde iba a permanecer por espacio de seis meses. En ese lapso, Pons nunca se tomó la molestia de rastrear a su familia biológica. “Ella tenía la idea de que ningún hijo de ‘subversivos’ debía ser criado por su familia de origen, sino que debían ser dados en adopción, y ahí es donde se ve el tema del plan sistemático”, cuenta hoy Jorgelina, y agrega que “una vez que me llevan al hogar me otorgan en tránsito a una familia de un oficial de la Fuerza Aérea, quien me venía a visitar, me llevaba a pasear y el que comienza a investigar para ver si podía encontrar a mi familia. Pronto se da cuenta que yo tenía papeles falsos –debido al pase a la clandestinidad de mis padres–, y cuando se lo dice a la jueza ésta le advierte que me entregará en adopción a una familia, la que me cambiará el nombre”.

Mientras todo esto sucedía, su abuela paterna, Ana Taleb de Molina, exiliada en Suecia, comienza una búsqueda incesante para dar con su paradero, la que no abandonará hasta el día de su muerte. Años más tarde se sumará a esa búsqueda su hermano Damián, cinco años mayor que ella e hijo de una ex pareja de su madre.

El 11 de octubre de 1977 finalmente la Justicia la entrega en adopción a un matrimonio conformado por una profesora de biología y un ingeniero civil, impedidos de tener hijos propios. Jorgelina Paula Planas, apellido con que la había anotado su mamá, pasa a llamarse Carolina Sala, y a partir de ahí la niña, junto a su nuevo hermano Fernando, otro hijo adoptado, comienza a vivir una historia plagada de ocultamientos y mentiras.

“Sentía que había llegado a ellos como una cosa que venía a ocupar un agujero de los hijos que no habían podido tener y mi madre adoptiva, una mujer obsesiva, posesiva y sobreprotectora, depositó en mí todas sus frustraciones”, y recuerda que el matrimonio se refería a sus padres biológicos “en un tono despectivo, decían que ‘eran guerrilleros y que ponían bombas’ y que gracias a ellos yo no iba a ser así” y que si algún día alguien me buscaba, ellos me iban a cuidar para que eso no sucediera.

En 1984, la infatigable búsqueda de Ana Taleb de Molina y de Abuelas de Plaza de Mayo terminó dando frutos, formalmente Jorgelina pasó a ser una nieta restituida. En abril de 1996, como un modo de buscar la paz interior que nunca había tenido, la joven ingresa a la congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, donde va a permanecer por el lapso de seis años. En 1992, y sin siquiera poder darle un abrazo, fallece su abuela en Suecia.

El ingreso al convento y el impulso de las monjas la llevan a tender un puente con su historia y un mes más tarde se terminará encontrando con su hermano Damián, al que le había rehuido durante todos esos años. De ahí a reencontrarse con el resto de la familia hubo sólo un tranco.

En el año 2002 Jorgelina abandona el convento y conoce a Antonio, quien a la postre se convertiría en su marido y en el padre de sus tres hijos, Ignacio, Camila y Juan Manuel. La muerte de su madre adoptiva, ocurrida en el año 2009 y crisis mediante, le otorga una sensación de libertad, y pese al temor de la reacción de su familia de adopción, un año después y a veintiséis de hacer sido restituida, decide desandar el largo y doloroso camino recorrido y regresar a su nombre de origen. En medio de toda esa situación, desde Suecia, recibió un regalo que la ayudará a acelerar el proceso. Uno de sus primos de viaje por ese país regresa con una valija repleta de cartas y fotos de su abuela que yacían en un placard cerrado con llave, las que relatan el largo periplo de Ana en pos de reencontrase con ella.

“Al leer esas cartas pude ver el amor de mi abuela, supe de su búsqueda incansable, de su perseverancia, de su lucidez”, y con un dejo de melancolía agrega que pudo percibir “su dolor y entender que lo único que quería era darme un abrazo y comprendí que ningún ser humano que me quisiese bien le podía negar esa posibilidad”.

Antes de despedirse, Jorgelina refiere que cuando mira hacia el pasado logra ver a una niña de 3 años y medio sentada sola y sin entender, a la que envolviendo entre sus brazos sólo atinaría a decirle “quedate tranquila que vas a tener una nueva vida”, dice esto y se marcha tranquila caminando despacio, segura de que el futuro está aquí y llegó para quedarse.

Muestra en Pilar: “G.I.R. - Geografías Interiores. Reconstrucción”

La relación de Molina Planas con el arte está estrechamente vinculada a su familia: “Mi madre era muy creativa y tenía una natural sensibilidad con las artes plásticas”, y su padre, de quien dice haber recibido menos información, “estudió arquitectura y era muy apasionado y disciplinado”.

Una vez reencontrada con su historia, en agosto del año pasado y junto a otras artistas hijas de desaparecidos, ideó una muestra a la que dio en llamar “Familias Q’HEridas” que tuvo lugar en el Centro Cultural Recoleta con enorme aceptación.

En la actualidad, la artista cuya obra sorprende por su potencia expresiva y sus colores destellantes, trabaja en una nueva exposición a la que denominó “G.I.R. - Geografías Interiores. Reconstrucción”, cuya inauguración tendrá lugar el próximo 10 de noviembre a las 17 en la Casa de la Memoria de Pilar, ubicada en San Martín 891 de esa localidad, y que se extenderá hasta el 8 de diciembre.

La muestra, que cuenta con el aval de Abuelas de Plaza de Mayo, está compuesta por pinturas, dibujos, collages, fotografías, documentos y cartas personales que permitirán un recorrido biográfico y artístico sobre el proceso de reconstrucción de su identidad.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Comenzó en La Plata el juicio por la apropiación del nieto recuperado Sebastián Casado Tasca

"Soy digno de mi historia y de mis viejos, y declaro parado en mi dignidad"
El joven declaró ayer en el juicio que se le sigue a su apropiadora, Silvia Beatriz Molina, y la médica que falsificó su partida de nacimiento. Relató el proceso de recuperación de su identidad y el rol de las Abuelas de Plaza de Mayo.


Cuando se presentó en la Conadi para recibir el resultado del ADN que decía que era en un 99,99 % hijo de los desaparecidos Adriana Leonor Tasca y Gaspar Casado, le pidieron que firmara el expediente. "Ese momento fue muy simbólico porque no sabía como firmar. Pregunté '¿cómo firmo?' Y me dijeron: 'Como quieras'. No sabía como firmar pero si sentía la convicción de firmar como Sebastián Casado." Y así firmó. El joven, quien fue robado y apropiado durante la última dictadura cívico militar, declaró ayer ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1 de La Plata, que comenzó a juzgar a su apropiadora, Silvia Beatriz Molina, quien lo había anotado como hijo biológico y a Nora Raquel Manacorda, la médica policial que falsificó la partida de nacimiento del niño.
 Sebastián Casado Tasca es víctima del plan sistemático de apropiación y robo de bebés perpetrado durante la dictadura genocida. Y ayer fue el primero de los 23 testigos que comenzaron a hablar en el debate que los jueces Carlos Rozanski, Pablo Jantus y Pablo Vega realizan en los tribunales de 4, entre 51 y 53.

"Mi familia biológica fue lo más maravilloso que me pasó en la vida. Encontrar mi historia es algo increíble", recordó Casado Tasca, quien comenzó contando que tenía 20 años cuando se enteró que al igual que su hermana de crianza, María José –también anotada como propia por sus apropiadores- le contó que era adoptado. Más de una hora le llevó relatar ese proceso.
"No me imaginé nunca que era hijo de desaparecidos", contó. "Cuando le pregunté a Silvia (Molina) me contó que Ángel (Capitolino, el apropiador ya fallecido) le dijo un día que fueron a La Plata, que ella esperó en una plaza y que él se apareció conmigo, que yo provenía de un lugar para madres solteras y que con María José fue algo parecido."

Sebastián recordó que Capitolino era una persona violenta. Lo definió como "un tipo perverso" de quien Molina se separó en 1991 por esa causa. Recordó que el hombre tenía vínculos con militares y señaló a Ricardo Von Kiaw, del Destacamento de Inteligencia 101 de La Plata que está prófugo y acusado de ser el entregador del joven en la apropiación, como uno de ellos.

Casado Tasca recuperó su identidad en febrero de 2006. Nació en marzo de 1978 cuando su madre Adriana Leonor Tasca, una estudiante de derecho secuestrada en La Plata a fines de 1977 embarazada de cinco meses, estaba cautiva en el centro clandestino de detención "La Cacha". Ella permanece desaparecida al igual que su papá, Gaspar Casado, también estudiante de derecho secuestrado, quien fue visto por última vez en la ESMA.

Entre los últimos días de 2004 y los primeros del año siguiente Sebastián se puso en contacto con Abuelas de Plaza de Mayo y pudo conocer la causa que en 1984 le iniciaron a su apropiador y que había caído por falta de mérito. En esos viejos expedientes judiciales leyó que Capitolino decía que él era su hijo biológico. Esa primera aproximación a la verdad lo convenció de seguir. Y durante ese camino se apoyó en sus amigos Sebastián y Charly. También en María Luz, que en la familia de sus apropiadores había sido su prima, pero que a partir de entonces se convirtió en una amiga, luego en su novia y hoy es la madre de su hija.
Ese camino de dudas lo llevó a tomar la decisión de hacerse el análisis de sangre. El 9 de septiembre de 2006 la Conadi le entregó el fallo judicial en el que constaba que era hijo de desaparecidos. "Yo creo que Ángel (Capitolino) estaba dentro del plan. No se que relación tenía con Von Kyaw. Me gustaría que ellos estuvieran acá (siendo juzgados). Y me gustaría ser querellante", dijo Casado Tasca. Su apropiador murió antes de que él supiera la verdad y el joven confesó que en ese momento sintió alivio. Von Kyaw está prófugo. Pero para su apropiadora, con quien aseguró que mantiene un vínculo afectivo, planteó un atenuante. "A mi me han robado de mi vieja. No me regalaron", dijo conmovido y agregó que cree que Silvia Molina "no conocía" esa situación.

"Sin dudas soy una víctima y no puedo dejar de serlo", señaló al final de su relato. "Soy digno de mi historia y mis viejos", agregó. "A mi Abuela Angelita le agradezco por haberme transmitido esa dignidad. Y si declaro lo que declaro lo hago parado en mi dignidad", finalizó. Y los aplausos del público que asistió a la audiencia lo abrazaron.

Un segundo nacimiento

En el juicio a la médica policial y a la apropiadora de Sebastián Casado Tasca también declararon ayer ante el TOFNº1 de La Plata su tía Ana María Tasca y su primo Mario Luis Frías Casado. “Después del nacimiento de mis dos hijos, el acontecimiento más importante de mi vida fue el encuentro de Sebastián. Fue como otro nacimiento”, recordó el joven. Ana María Tasca recordó que su hermana Adriana Leonor Tasca tenía 22 años cuando fue secuestrada en La Plata.

Contó que, al igual que Gaspar Casado, trabajaban en la Caja de Abogados y que militaban en Montoneros. Contó que en enero de 1977 supo por una sobreviviente que su hermana había estado en el centro clandestino La Cacha y que había pedido que le avisaran que buscaran a su hijo que nacería en marzo de ese año. Recordó que 29 después, el 10 de septiembre de 2006, diecisiete primos y una multitud de tíos y otros parientes se reunieron en la casa de la abuela Angelita, en Mar del Plata, para recibir a Sebastián, que venía de Capital Federal, donde el día anterior había conocido su verdadera identidad. 

Por:Pablo Roesler