Por Alejandra Dandan
Los datos indirectos. Un antropólogo que le dijo que habló con Federico Talavera, el chofer del Grupo de Tareas. Que Talavera dijo que llevó a una secuestrada embarazada al Hospital Militar, que la sacó dos días más tarde, la trasladó a un centro clandestino en desuso, drogada. Que estuvo tirada en el suelo. Que la quemaron viva. Luego los relatos de primera fuente. Ella adentro del Olimpo, testigo del llamado de Gertrudis Hlaczik a su familia. Gertrudis convencida de que iba a escuchar noticias de su hija Claudia. La desesperación porque la niña no estaba con su familia. Su propia historia de madre de un niño de once meses en el centro clandestino. Isabel Teresa Cerruti es testigo desde el Juicio a las Juntas, pero ayer se sentó a hablar de las embarazadas y sus hijos secuestrados o apropiados a los que vio en el Banco y el Olimpo, en el marco de la audiencia por el Plan sistemático de robo de bebés.
“El 22 de julio de 1978 me sacan a mi hijo”, dijo. “Yo no me quería desaferrar de mi hijo. Entran al Banco. Me dijeron que no me preocupe que con los niños no se metían y cuando me hicieron desvestir para torturarme me dijeron que no tuviera miedo, que ellos no violaban mujeres, cosa que después supe y vi que no era así: que con los chicos sí se metieron y muchos hombres y mujeres fueron violados, pero en mi caso no fue así.”
Con el debate iniciado, el juramento hecho y su deseo de que se llegue a la verdad, el fiscal Martín Niklison le preguntó qué pasó con su hijo. “Cuando me llevan al Banco –dijo Isabel– me dicen que anote en un papel una dirección donde quería que lo llevaran. Luego nos enteramos de lo que sucedía con otros chicos, pero a los dos o tres días, no sé por qué criterios, los criterios los manejaban ellos, me hicieron llamar a la casa de mis padres para decirles que yo estaba viva, que no hicieran más denuncias y me dijeron que iba a saber cómo estaba mi hijo. Pregunté por Norberto y mamá me dijo que estaba durmiendo y ahí me quedé tranquila.”
Como dijo ella poco después, a veces la memoria abre y cierra algunas cosas. El Tribunal Oral Federal 6 convocó a Isabel a declarar por el caso de Claudia Poblete, la hija de Gertrudis Hlaczik y de José “Pepe” Poblete, apropiada por el coronel Ceferino Landa. Su caso es uno de los 35 que se investigan en el juicio. Pero Isabel no sólo habló de ella. Estimulada por las preguntas de la fiscalía y la querella de Abuelas de Plaza de Mayo, profundizó en las historias pendientes.
¿Con José Poblete y Gertrudis pudo hablar?, preguntó la fiscalía. “Yo estaba en el Olimpo, en celda dos, al lado de Susana Caride y enfrente mío estaban Gertrudis y Pepe.” Isabel había visto a Claudia Poblete en la enfermería del centro. Lo mismo que Susana Caride, que también declaró ayer. Estuvo cuando el Turco Julián llamó a Gertrudis para que hablara por teléfono con su familia. “Ellos estaban convencidos de que Claudia estaba con sus abuelos. Creemos, creíamos, que las personas que los habían llevado a hablar también creían eso, pero no sabemos si es así o que lo hicieron por perversión o ignorancia: ahí se entera Gertrudis, y luego al rato se entera Pepe, de que Claudia no estaba con los abuelos. Lo que nosotros vimos es el estado de desesperación que tenían cuando supieron que Claudia no estaba donde les habían dicho, que Claudia estaba desaparecida. Gertrudis estaba en un estado de angustia muy grande, él también y esto fue compartido por todos los que estábamos ahí. Nadie sabia qué hacer, qué decir, para tratar de contenerlos. Fue más que terrible.”
Pasaron demasiados años para las precisiones, pero Isabel está convencida de que esa llamada se hizo en diciembre, en alguna fecha cercana a las fiestas, pocos días antes del traslado definitivo de los dos. “De Gertrudis no recuerdo el traslado, pero sí la estadía”, explicó. “Más allá de que todos lo pasaron, el sometimiento físico, la discapacidad de José, que se burlaban de él porque no tenía sus piernas y le hacían hacer ejercicios burlescos, fue muy mortificante para él y para todos.”
También habló de Quintana, uno de los jefes de guardia. Recordó cómo durante sus guardias se organizaban lo que los sobrevivientes describieron como “circos romanos”. Las celdas laterales cerradas. Los tubos. El pasillo liberado para las peleas entre dos prisioneros.
Isabel habló también de Lucía Tartaglia, que pasó todo el embarazo secuestrada. Quedó embarazada de otro compañero, Horacio Cid de la Paz, exiliado, al que le reclamaron en la sala porque no denunció ese embarazo como propio. Cuando Lucía entró en trabajo de parto se la llevaron. Con el tiempo, Isabel supo a través del antropólogo Alejandro Incháurregui que Talavera le había dicho que manejó el auto con el que la sacaron del centro clandestino, la llevaron al Hospital Militar y la fueron a buscar dos o tres días más tarde. “La sacaron en el baúl de un auto media drogada –dijo Isabel–, la llevaron a un centro de detención en desuso, la pusieron en el piso y la quemaron viva.” También mencionó a Marta Vaccaro –“Está desaparecida y su hijo o hija también”–, Graciela Trotta, que recuperó la libertad antes del parto, y a Lucía Rebora y Carlos Guillermo Fassano. Ella estaba embarazada. Isabel dijo que escucharon cuando los asesinaron y después Susana Caride contó que sus cuerpos eran un colador.
Isabel estuvo seis meses secuestrada. A mediados de agosto de 1978 la trasladaron del Banco al Olimpo. Cuando se llevaron a José y a Gertrudis los que se quedaron en el centro clandestino se dieron cuenta de que la silla de ruedas de José había quedado en el pozo: “Esto nos daba la idea de que su traslado no había sido a una granja como nos decían”, dijo la mujer.
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