Claudia tenía ocho meses cuando en 1978 fue secuestrada junto a sus padres, Gertrudis Hlaczik y José Liborio Poblete Roa. Fue apropiada por el coronel Landa y conoció su identidad en 2001. “Recuperar mi identidad es un proceso largo y difícil”, dijo.
Por Alejandra Dandan
Claudia Poblete habló apenas media hora, pero logró situarse por primera vez con su nombre, y en nombre de sus padres, en el espacio público de los juicios por delitos de lesa humanidad. Apropiada en 1978, Claudia se sentó la semana pasada en una audiencia del proceso por el plan sistemático de apropiación de bebés: “Para mí recuperar mi identidad es un proceso largo y difícil –dijo–, pero es lo que más tranquilidad me ha dado y sentir que puedo seguir con mi vida. Siempre sentí mucha inseguridad y ahora siento que la he aclarado.”
Los juicios orales son espacios donde algunos relatos se nombran públicamente por primera vez. Claudia declaró en los Tribunales de Retiro el jueves pasado. Cuando le preguntaron si había habido algo en su vida que a la luz del presente cambiase de forma, ella habló de los juegos: “A un muñeco le puse de nombre Pepe, que era el nombre de mi padre –dijo– y me gustaba jugar a andar en silla de ruedas. A ellos (por los apropiadores) no les gustaba, decían que iba a traer desgracia”.
Claudia Victoria Poblete Hlaczik es hija de Gertrudis Hlaczik y de José Liborio Poblete Roa, militante chileno que llegó a Buenos Aires en 1972 para tratarse de un accidente que lo dejó paralítico. En el Instituto de Rehabilitación del Lisiado fundó el Frente de Lisiados Peronistas y conoció a Gertrudis, estudiante de Psicología. Claudia nació el 25 de marzo de 1978. El 28 de noviembre de 1978 secuestraron a José en Plaza Once y a la noche a su mujer y a su hija en Guernica. A los tres los llevaron al centro clandestino Olimpo. Claudia estuvo dos días allí con su madre y terminó apropiada por el coronel Ceferino Landa y su mujer, condenados en 2001. Sus padres fueron desaparecidos.
“Yo conozco mi verdadero origen el 10 de febrero del año 2000 –dijo Claudia–. Había sido citada al juzgado del juez Cavallo. Las personas que se decían mis padres eran Ceferino Landa y Mercedes Beatriz Moreira. Mi fecha de nacimiento era 13 de junio del ’78 y me llamaba Mercedes Landa.” El Landa que conoció Claudia era teniente coronel, integrante de la estructura de Inteligencia del Ejército, retirado supuestamente en 1979. De chica, a Claudia le habían hecho un análisis que dio negativo. Esta vez, “es la primera que me dicen que no era hija de ellos, que no podían tener hijos y que un médico, Cáceres Monie, me entregó”.
El médico militar Julio César Cáceres Monie intervino en otras apropiaciones. Ahora está muerto. “La versión que se contaba en mi casa de la dictadura era que ellos eran perseguidos por la subversión, que tenían miedo a las bombas. Yo no sabía que existían las Abuelas de Plaza de Mayo. Entonces para mí eso terminó siendo un armado para perjudicar a los Landa. Pero cuando el juez me mostró la foto mía de bebé, me reconocí inmediatamente.”
Claudia dijo que vivía en un círculo social muy restringido. “Tenía una sobreprotección muy marcada, se movían en un ambiente de militares. Fui a un colegio en Belgrano donde el capellán era Emilio Graselli, que había estado en la curia castrense, es el Colegio de la Misericordia. Luego encontré un cuaderno con las búsquedas de mi abuela y vi que había tratado de hacer gestiones con Graselli para encontrarnos.”
En el juicio habló de escenas de esa “vida familiar”. Dijo que alguna vez “de pequeña pregunté por fotos de embarazo, pero me dijeron que se las había robado una persona que trabajaba con ellos. Yo nunca fui muy inquisitiva, recién de adolescente empecé a pensar que podía no ser hija de ellos, por la edad de ellos; pero no preguntaba mucho”.
En la sala de audiencias estuvo sentado Fernando Roa, uno de los tíos de Claudia que la acompañó en el rearmado de la historia. El debía declarar la semana próxima en el juicio, pero no lo hará. Un testigo no puede estar presente en una audiencia hasta no haber declarado antes. El quiso estar ahí y escuchar a su sobrina declarar.
Por Alejandra Dandan
Claudia Poblete habló apenas media hora, pero logró situarse por primera vez con su nombre, y en nombre de sus padres, en el espacio público de los juicios por delitos de lesa humanidad. Apropiada en 1978, Claudia se sentó la semana pasada en una audiencia del proceso por el plan sistemático de apropiación de bebés: “Para mí recuperar mi identidad es un proceso largo y difícil –dijo–, pero es lo que más tranquilidad me ha dado y sentir que puedo seguir con mi vida. Siempre sentí mucha inseguridad y ahora siento que la he aclarado.”
Los juicios orales son espacios donde algunos relatos se nombran públicamente por primera vez. Claudia declaró en los Tribunales de Retiro el jueves pasado. Cuando le preguntaron si había habido algo en su vida que a la luz del presente cambiase de forma, ella habló de los juegos: “A un muñeco le puse de nombre Pepe, que era el nombre de mi padre –dijo– y me gustaba jugar a andar en silla de ruedas. A ellos (por los apropiadores) no les gustaba, decían que iba a traer desgracia”.
Claudia Victoria Poblete Hlaczik es hija de Gertrudis Hlaczik y de José Liborio Poblete Roa, militante chileno que llegó a Buenos Aires en 1972 para tratarse de un accidente que lo dejó paralítico. En el Instituto de Rehabilitación del Lisiado fundó el Frente de Lisiados Peronistas y conoció a Gertrudis, estudiante de Psicología. Claudia nació el 25 de marzo de 1978. El 28 de noviembre de 1978 secuestraron a José en Plaza Once y a la noche a su mujer y a su hija en Guernica. A los tres los llevaron al centro clandestino Olimpo. Claudia estuvo dos días allí con su madre y terminó apropiada por el coronel Ceferino Landa y su mujer, condenados en 2001. Sus padres fueron desaparecidos.
“Yo conozco mi verdadero origen el 10 de febrero del año 2000 –dijo Claudia–. Había sido citada al juzgado del juez Cavallo. Las personas que se decían mis padres eran Ceferino Landa y Mercedes Beatriz Moreira. Mi fecha de nacimiento era 13 de junio del ’78 y me llamaba Mercedes Landa.” El Landa que conoció Claudia era teniente coronel, integrante de la estructura de Inteligencia del Ejército, retirado supuestamente en 1979. De chica, a Claudia le habían hecho un análisis que dio negativo. Esta vez, “es la primera que me dicen que no era hija de ellos, que no podían tener hijos y que un médico, Cáceres Monie, me entregó”.
El médico militar Julio César Cáceres Monie intervino en otras apropiaciones. Ahora está muerto. “La versión que se contaba en mi casa de la dictadura era que ellos eran perseguidos por la subversión, que tenían miedo a las bombas. Yo no sabía que existían las Abuelas de Plaza de Mayo. Entonces para mí eso terminó siendo un armado para perjudicar a los Landa. Pero cuando el juez me mostró la foto mía de bebé, me reconocí inmediatamente.”
Claudia dijo que vivía en un círculo social muy restringido. “Tenía una sobreprotección muy marcada, se movían en un ambiente de militares. Fui a un colegio en Belgrano donde el capellán era Emilio Graselli, que había estado en la curia castrense, es el Colegio de la Misericordia. Luego encontré un cuaderno con las búsquedas de mi abuela y vi que había tratado de hacer gestiones con Graselli para encontrarnos.”
En el juicio habló de escenas de esa “vida familiar”. Dijo que alguna vez “de pequeña pregunté por fotos de embarazo, pero me dijeron que se las había robado una persona que trabajaba con ellos. Yo nunca fui muy inquisitiva, recién de adolescente empecé a pensar que podía no ser hija de ellos, por la edad de ellos; pero no preguntaba mucho”.
En la sala de audiencias estuvo sentado Fernando Roa, uno de los tíos de Claudia que la acompañó en el rearmado de la historia. El debía declarar la semana próxima en el juicio, pero no lo hará. Un testigo no puede estar presente en una audiencia hasta no haber declarado antes. El quiso estar ahí y escuchar a su sobrina declarar.
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