“Pasé de la negación rotunda a la aceptación de mi identidad”, dice Ezequiel Rochistein Tauro
Por Florencia Alamos
El nieto número 102 recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo, Ezequiel Rochistein Tauro, asegura que hasta enterarse de que era hijo de desaparecidos sufrió un largo proceso de negación y que la clave fue el nacimiento de sus hijas y el amor que priorizó cuando conoció a su familia biológica.
“Uno va superando etapas y fui desde la negación rotunda hasta esta aceptación de mi identidad. El clic fue cuando nació mi primera hija, Guadalupe, y empecé a preguntarme qué pasaría si me pasa a mi lo que le pasó a mi abuela; que ella crece, queda embarazada y desaparece, que haría yo”, se preguntó Rochistein en una entrevista con Télam.
Para Ezequiel, quien hace unos días obtuvo el DNI con su identidad, la actitud de la familia biológica fue clave: “Me di cuenta al instante que había amor, que no había venganza”, resumió, y contó que al llamar a su abuela para el cumpleaños 88, “cuando terminamos de hablar le mandó un saludo a mi mamá y la felicitó por la persona que soy, y todo eso dice mucho”.
“Si mi abuela no tenía a grandeza de compartir una mesa con mi mamá de crianza o el perdón que implícitamente le dio cuando la vio por primera vez y la abrazó, todo hubiera sido diferente pero que haya sido así aceleró a que yo esté ahora como estoy: asimilando mi identidad y siendo pro activo en el tema del DNI y sin esperar”, reconoció.
Rochistein confirmó que era hijo de María Graciela tauro y de Jorge Rochistein hace menos de dos años y su proceso fue largo, ya que por más de diez años se negó a realizarse los análisis de ADN.
Sin embargo, en la actualidad asegura que “abrió una nueva etapa” y reconoce que su experiencia es testimonio para muchas personas que aún tienen dudas o pasaron por situaciones similares: “Si yo puedo contribuir con un granito de arena para que lo que yo viví y digo, sirva, así será, pero yo no soy de hablar mucho ni me gustan los medios pero si entiendo que mi vida ahora es testimonio para mucha gente”.
“Hoy puedo decirle a la gente que no espere y tratar de comunicárselo al resto. Yo sigo siendo el mismo, con un apellido o con el otro y las Abuelas siempre lo entendieron así”, confesó.
Al enterarse, también fue importante el acompañamiento del entorno, tanto de su trabajo, como el de su familia: “En la Fuerza Aérea, donde trabajaba, siempre respetaron mi privacidad, no sé si es porque no les convenía meterse o por respetarme pero nadie se metió. Nunca sentí esa mirada de costado”, subrayó.
En cuanto a su entorno íntimo afirmó: “Mi mujer fue un ángel, hay que bancar que cambie el apellido de tu marido, de tus hijas, tras que yo no soy fácil. Me casé en 2002 y todo esto empezó ahí, un mes antes y vivió conmigo todo, incluso los allanamientos”.
“Yo fui más drástico en el cambio, a ella le demanda más tiempo. Pero yo un día tomo la decisión y dejo atrás lo otro, así dejé la carrera de Ciencias Economías con 32 materias. Supongo que uno lo va procesando por dentro y un día lo sacás, a otros les cuesta más”, reflexionó.
El proceso de Ezequiel duró una década y sin embargo, él no se arrepiente de haber dilatado los tiempos: “Yo sentía venían por las malas y eso me negaba, hasta que entendí que lo único que buscaba mi familia era encontrarme, fui comprendiendo que lo importante era recuperar mi identidad y que desde Abuelas, me daban seguridades, me cuidaban”.
“Al principio vinieron de la CONADI y después se acercó Leonardo, otro nieto recuperado, que me habló con una paz, nunca me intentó manipular sino que intentaban decirme las cosas con franqueza, me fueron aflojando esa coraza”, indicó.
“De lo que si me arrepiento es de no habérmelo hecho antes porque mi abuela tiene 88 y hubiera querido aprovecharla más tiempo”, reconoció.
Acerca los jóvenes que permanecen con dudas sobre su identidad, Ezequiel considera que, sin caer en los consejos, intenta ayudar desde su historia: “Trato de orientar y estimular para que se animen. Les digo que a mi me costó diez años pero que ellos lo pueden hacer ahora, si tienen dudas y ganas, que no tengan miedo, que nadie los come, ni viene nadie a lavar el cerebro. Siempre es mejor saber quien sos, conocer a no conocer”.
Y finalizó: “Mi idea es siempre la de sumar, yo sumé parientes, afectos, un montón de cosas y lo veo en ese sentido. De tener dudas pasé a tener certezas y una familia más grande”.
Por Florencia Alamos
El nieto número 102 recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo, Ezequiel Rochistein Tauro, asegura que hasta enterarse de que era hijo de desaparecidos sufrió un largo proceso de negación y que la clave fue el nacimiento de sus hijas y el amor que priorizó cuando conoció a su familia biológica.
“Uno va superando etapas y fui desde la negación rotunda hasta esta aceptación de mi identidad. El clic fue cuando nació mi primera hija, Guadalupe, y empecé a preguntarme qué pasaría si me pasa a mi lo que le pasó a mi abuela; que ella crece, queda embarazada y desaparece, que haría yo”, se preguntó Rochistein en una entrevista con Télam.
Para Ezequiel, quien hace unos días obtuvo el DNI con su identidad, la actitud de la familia biológica fue clave: “Me di cuenta al instante que había amor, que no había venganza”, resumió, y contó que al llamar a su abuela para el cumpleaños 88, “cuando terminamos de hablar le mandó un saludo a mi mamá y la felicitó por la persona que soy, y todo eso dice mucho”.
“Si mi abuela no tenía a grandeza de compartir una mesa con mi mamá de crianza o el perdón que implícitamente le dio cuando la vio por primera vez y la abrazó, todo hubiera sido diferente pero que haya sido así aceleró a que yo esté ahora como estoy: asimilando mi identidad y siendo pro activo en el tema del DNI y sin esperar”, reconoció.
Rochistein confirmó que era hijo de María Graciela tauro y de Jorge Rochistein hace menos de dos años y su proceso fue largo, ya que por más de diez años se negó a realizarse los análisis de ADN.
Sin embargo, en la actualidad asegura que “abrió una nueva etapa” y reconoce que su experiencia es testimonio para muchas personas que aún tienen dudas o pasaron por situaciones similares: “Si yo puedo contribuir con un granito de arena para que lo que yo viví y digo, sirva, así será, pero yo no soy de hablar mucho ni me gustan los medios pero si entiendo que mi vida ahora es testimonio para mucha gente”.
“Hoy puedo decirle a la gente que no espere y tratar de comunicárselo al resto. Yo sigo siendo el mismo, con un apellido o con el otro y las Abuelas siempre lo entendieron así”, confesó.
Al enterarse, también fue importante el acompañamiento del entorno, tanto de su trabajo, como el de su familia: “En la Fuerza Aérea, donde trabajaba, siempre respetaron mi privacidad, no sé si es porque no les convenía meterse o por respetarme pero nadie se metió. Nunca sentí esa mirada de costado”, subrayó.
En cuanto a su entorno íntimo afirmó: “Mi mujer fue un ángel, hay que bancar que cambie el apellido de tu marido, de tus hijas, tras que yo no soy fácil. Me casé en 2002 y todo esto empezó ahí, un mes antes y vivió conmigo todo, incluso los allanamientos”.
“Yo fui más drástico en el cambio, a ella le demanda más tiempo. Pero yo un día tomo la decisión y dejo atrás lo otro, así dejé la carrera de Ciencias Economías con 32 materias. Supongo que uno lo va procesando por dentro y un día lo sacás, a otros les cuesta más”, reflexionó.
El proceso de Ezequiel duró una década y sin embargo, él no se arrepiente de haber dilatado los tiempos: “Yo sentía venían por las malas y eso me negaba, hasta que entendí que lo único que buscaba mi familia era encontrarme, fui comprendiendo que lo importante era recuperar mi identidad y que desde Abuelas, me daban seguridades, me cuidaban”.
“Al principio vinieron de la CONADI y después se acercó Leonardo, otro nieto recuperado, que me habló con una paz, nunca me intentó manipular sino que intentaban decirme las cosas con franqueza, me fueron aflojando esa coraza”, indicó.
“De lo que si me arrepiento es de no habérmelo hecho antes porque mi abuela tiene 88 y hubiera querido aprovecharla más tiempo”, reconoció.
Acerca los jóvenes que permanecen con dudas sobre su identidad, Ezequiel considera que, sin caer en los consejos, intenta ayudar desde su historia: “Trato de orientar y estimular para que se animen. Les digo que a mi me costó diez años pero que ellos lo pueden hacer ahora, si tienen dudas y ganas, que no tengan miedo, que nadie los come, ni viene nadie a lavar el cerebro. Siempre es mejor saber quien sos, conocer a no conocer”.
Y finalizó: “Mi idea es siempre la de sumar, yo sumé parientes, afectos, un montón de cosas y lo veo en ese sentido. De tener dudas pasé a tener certezas y una familia más grande”.
Publicado por Colectivo Ex P. Pol. Sobrev. Rosario
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