La causa judicial abierta por las Abuelas de Plaza de Mayo para conocer la verdadera identidad de los hijos adoptivos de la dueña del diario Clarín, Ernestina Herrera de Noble, comenzó hace diez años.
IRINA SANTESTEBAN
Durante diez años hubo una cerrada negativa de la empresaria del multimedios Clarín, Ernestina Herrera de Noble, y de sus hijos presuntamente apropiados, a realizarles a ambos jóvenes las pruebas de ADN, para cotejarlas con las que están en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Con esto se acentuó la sospecha en la sociedad argentina de que tanto Felipe como Marcela podían ser hijos de desaparecidos.
Los expedientes de ambas adopciones están plagados de irregularidades, desde la insólita declaración de la señora Herrera respecto a que encontró a los bebés "en el jardín", hasta la identidad de la supuesta madre que habría entregado a uno de los niños. Todo fue falso, y se comprobó judicialmente.
Para despejar las dudas sobre la identidad de esos jóvenes, nada más acertado que realizar una prueba genética, y compararla con las muestras que han dejado los familiares de centenares de mujeres desaparecidas que fueron secuestradas estando embarazadas, y cuyos niños nacieron en cautiverio, desde que se creó el BNDG, en el ámbito del Hospital Durand, en 1987. Son miles los datos depositados en ese Banco, pero corresponden a 256 familias.
Suposiciones.
Hoy se especula que una de las causas por las cuales los jóvenes han aceptado realizarse las pruebas y compararlas con la totalidad de las que se encuentran en el BNDG, y no sólo con las de las familias querellantes, como habían insistido durante casi diez años, es que los abogados de la familia Noble conocerían que esas pruebas darían resultados negativos.
¿Es posible que esa suposición sea cierta? Claro que lo es, y no significa que la sospecha de las Abuelas de Plaza de Mayo sea infundada, pues ha habido otros casos de jóvenes cuyas muestras no demostraron compatibilidad con las del BNDG, y dos años después, al cotejarlas con nuevas muestras de otra familia, dio resultado positivo. Así sucedió con Martín, hijo de Guillermo Amarilla y Marcela Molfino, que al sospechar que podría ser hijo de desaparecidos, se dirigió a Abuelas y al banco genético, pero sus muestras no coincidían con ninguna de las depositadas en ese organismo.
Los familiares de la pareja Amarilla-Molfino no habían dejado sus muestras porque nunca supieron que Marcela estaba embarazada. Por eso, cuando uno de los centenares de testimonios que se están escuchando en los juicios por crímenes de lesa humanidad reveló que Marcela Molfino había sido vista embarazada en Campo de Mayo, sus familiares concurrieron a dejar sus muestras de sangre. Y ahí saltó la coincidencia con Martín, dos años después de haberse acercado a las Abuelas para conocer su identidad. Recuperó a sus hermanos y tíos, porque su abuela, Noemí Gianetti de Molfino, fue secuestrada en Perú en junio de 1980, cuando buscaba a su hija y yerno, y denunciaba las desapariciones de la dictadura militar. Su cuerpo sin vida apareció un mes después en un hotel de Madrid.
Daño psicológico.
Aunque resulte una posibilidad remota por el nivel de rechazo a conocer su identidad que manifestaron siempre Marcela y Felipe, finalmente nadie puede descartar que, como tantos jóvenes hijos de desaparecidos que se negaban a saber sobre su verdadero origen, a ellos también les haya llegado ese momento.
Según el artículo dominical de Horacio Verbitsky en Página 12, el abogado Ignacio Padilla ya había advertido varias veces el daño psicológico que ambos jóvenes estaban sufriendo.
Pero en este caso, resulta tanto más perverso el aprovechamiento que está haciendo de esa circunstancia tan dolorosa, el multimedios y sus poderosos bufetes de abogados. Así, los diarios Clarín y La Nación, más las cadenas de noticias afines, intentaron mostrar que los jóvenes van a someterse a esas pruebas "cansados de tanta persecución" y luego de "sufrimientos personales inenarrables" .
La mayoría de quienes descreen de las intenciones de Marcela y Felipe, especulan con el supuesto asesoramiento de la ex titular del BNDG, Ana María Di Lonardo, a los abogados de la familia Noble, quien podría haber revelado datos que llevarían a presumir que ninguna de las muestras allí depositadas sería de familiares de ambos. De esta forma, siempre según estas especulaciones, se desprestigiaría a las Abuelas de Plaza de Mayo y, por elevación, al gobierno de la presidenta Cristina Fernández, que ha hecho de la causa por los derechos humanos, una de sus principales banderas.
Si esto fuera así, demostraría una mezquindad sin límites, porque se estaría utilizando el dolor de las familias que buscan a sus nietos desde hace más de 30 años, para desacreditar al gobierno y a una institución como las Abuelas, que hasta han sido propuestas para el Premio Nobel de la Paz.
Larga historia.
Y queda para la reflexión, cómo se ha ido alargando la historia de los nietos recuperados, ya que luego de 35 años del golpe de Estado cívico-militar de Videla-Agosti-Massera, sólo han sido recuperados 104 nietos, de los casi 500 niños nacidos en cautiverio y que fueron apropiados por los militares o entregados clandestinamente a civiles cómplices o hasta familias de buena fe.
La mayoría de los responsables de esos crímenes de lesa humanidad hoy están cumpliendo largas condenas, algunos en cárceles comunes, muchos en prisiones domiciliarias. Pero conocen el destino de esos niños que entregaron luego de arrancarlos de los brazos de sus madres cautivas. Nadie ha hablado ni dicho una palabra sobre eso, y revela la crueldad de quienes, aún cumpliendo condenas efectivas, no intentan siquiera redimirse de un delito tan aberrante como la apropiación de menores y la supresión de sus identidades, para informar a sus familias y propiciar un reencuentro que demora ya más tres décadas.
Perversidad duradera.
Fueron varios los jóvenes que renegaron de sus familias de sangre y se aferraron a sus apropiadores, por muy duro que esto parezca. Lo vimos incluso por televisión, en los años 90, cuando los adolescentes mellizos Reggiardo Tolosa, Gonzalo y Matías, manifestaban públicamente su cariño hacia Samuel Miara, torturador y asesino, y su esposa Beatriz Castillo. Cuando fueron restituidos a su tío materno, fue una experiencia muy dolorosa y los jóvenes finalmente no quisieron vivir más con él, pasaron por familias sustitutas, hasta que volvieron a residir con Castillo, a quien llaman "mamá". Hoy han restablecido la relación con su tío, pero siguen viviendo con su apropiadora
Lo mismo sucedió con Victoria Montenegro, criada por el coronel Herman Tetzlaff, quien no sólo se apropió de ella cuando tenía 6 meses sino que fue el asesino de su padre. Victoria renegó de su familia de origen durante varios años después de conocer su verdadera identidad, y siguió vinculada sentimentalmente a su apropiador, en una especie de vínculo perverso, a pesar que éste le había contado que había matado a sus padres.
Hoy Victoria, ya muerto Tetzlaff, ha recuperado el vínculo con su familia, es una activa militante de Hijos y una defensora de las Abuelas, a quienes hace unos pocos años denostaba.
Estas experiencias negativas han sido un minoría y no oscurecen la de muchísimos jóvenes que casi inmediatamente han reconocido y valorado a sus familias de origen. Pero a la vez revela la perversidad de la dictadura militar y su plan de apropiación sistemática de bebés.
¿Sería muy ingenuo pensar que a Marcela y Felipe les puede haber llegado también la hora de pensar en el reencuentro con su verdadera identidad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario