18 años de prisión para el policía que se apropió de Juan Candie, nacido en la ESMA
Con la condena más alta para un apropiador
El ex agente de inteligencia de la Policía Federal Luis Antonio Falco recibió la máxima pena otorgada hasta el momento para ese delito. Juan Cabandié fue querellante en la causa. El testimonio de la hija del represor fue clave.
Por Victoria Ginzberg
Dieciocho años. La pena máxima que, hasta ahora, recibió un apropiador de un hijo de desaparecidos. Esa fue la condena impuesta por la jueza María Servini de Cubría a Luis Antonio Falco por retener y ocultar a Juan Cabandié, además de adulterar su estado civil y falsificar sus documentos. Dieciocho años. Uno más que los que tenía Alicia Alfonsín cuando parió en un cuartito de la Escuela de Mecánica de la Armada. “Estoy aliviado. Feliz de que la Justicia haya actuado”, dijo el legislador kirchnerista con voz pausada y calma cuando lo rodearon los micrófonos y las cámaras, todavía dentro de la sala del Palacio de Tribunales.
La audiencia fue corta. La secretaria leyó la condena. La jueza habló poco. Dijo que las fotocopias de la resolución se iban a entregar en la oficina 2113. Se hizo un silencio. El público –compañeros de Juan, su familia, amigos, otros nietos recuperados– y los periodistas se quedaron como esperando algo más. “Queda finalizado el acto”, aclaró Servini de Cubría. Había terminado. Y entonces llegaron los aplausos y los abrazos, entre ellos el de Juan y su hermana Vanina, la hija biológica de Falco, que declaró contra su padre en el juicio. Por la ventana entraba la música, el sonido del acto que se estaba preparando a unos metros por los diez años de la causa en la que se investiga si los hijos adoptivos de la dueña de Clarín son víctimas del terrorismo de Estado.
El acusado no estaba. Como la causa se tramitó bajo el viejo código –lo que implicó que el proceso fuera escrito–, el apropiador pidió no concurrir a la lectura del veredicto. Falco, ex agente de inteligencia de la Policía Federal, fue arrestado la semana pasada. El juez Rodolfo Canicoba Corral lo había beneficiado con una eximición de prisión al inicio de la investigación, a pesar de que había estado prófugo. Servini de Cubría lo mandó detener el jueves pasado. Si hubiera ordenado su arresto ayer, en el momento de la sentencia, Falco podría haber seguido en libertad mientras apelaba el fallo. Ahora seguirá preso. Los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo Alan Iud, Luciano Hazan y Agustín Chit se retiraron satisfechos: habían logrado la condena más importante para un apropiador. “Poco a poco vamos mejorando”, decía Abel Madariaga, secretario de Abuelas y padre de un nieto recuperado.
Cabandié, que fue querellante en la causa, dijo que no le importaba cuantificar la condena, sino que se había hecho justicia. Que siempre pensaba en los 400 chicos que siguen desaparecidos y que fue por eso, justamente, por lo que se había animado a hablar en el acto del 24 de marzo de 2004, cuando se anunció que la ESMA sería un Espacio para la Memoria. “La verdad es la libertad absoluta”, dijo en un conmovedor discurso ese día, a tres meses de haber recuperado su identidad. También agradeció a los que lo habían acompañado y habló de Vanina: “Mi hermana fue la primera persona a la que acudí. Hoy somos hermanos más que nunca”.
Vanina Falco es la hija del apropiador de Cabandié. Hace 14 años que no lo ve. Antes de las dudas de Juan. Se alejó de la casa por la intolerancia y la violencia de Falco. En un hecho inédito, fue testigo de la causa y declaró contra su padre. “El primer recuerdo que tengo de él –de Juan– es con mi padre entrando con él en brazos. Estaba toda la familia reunida para recibirlo”, contó en esa oportunidad. Que Falco esté preso no le genera contradicciones. Ayer estaba feliz. Y emocionada. Se acordaba del día en que Juan la citó en un bar del centro para decirle que creía que no era hijo de “ellos” y que pensaba que a lo mejor era hijo de desaparecidos. En ese momento, vio su vida como una película: la violencia de su padre, su discurso, que Juan nació en 1978, los nombres falsos hallados en una tarjeta, las diferencias físicas, las cosas que Falco le decía (“Yo sé lo que es que me pidan piedad de rodillas”, la increpó una vez durante una discusión). Le cayó la ficha al instante y fue como si las piezas del rompecabezas se acomodaran solas.
Vanina y Juan esperan que Falco sea investigado por su rol en la represión ilegal. “Nosotros teníamos que decir que él era visitador médico. El se jactaba de haber hecho allanamientos y obtener artículos como una guitarra o discos. Estaba armado en cualquier momento del día. Y en la casa en la que me hicieron vivir había numerosos recuerdos, platos con escudos”, recordó Juan cuando declaró en la causa. El testimonio de Vanina coincidió: “En el Mundial del ’78 mi padre realizaba tareas especiales de control. Estaba en seguridad”. También se acordó de la guitarra con la que jugaba Juan. “¿Sabés de dónde la saqué? Me la traje de souvenir de un procedimiento”, le dijo Falco. Y de las amenazas e interrogatorios que ella misma sufría. “Una vez, cuando yo tenía alrededor de doce años, encuentro encima de su cómoda una credencial con la foto de él y el nombre de Leonardo Fajardo. Le pregunto quién es y él me dice que era un nombre que utilizaba para hacer ciertas tareas”, contó.
Ante la cercanía de la sentencia y con el arresto de Falco, Cabandié no pensó mucho en su apropiador. En cambio, se acordaba de sus padres, Alicia Alfonsín y Damián Cabandié, y del ex presidente Néstor Kirchner, que siempre le marcaba qué jóvenes habían sido ellos cuando se los llevaron.
Alicia y Damián fueron secuestrados el 23 de noviembre de 1977. Ella tenía 16 años (cumplió 17 durante su cautiverio) y estaba embarazada de siete meses. Fueron vistos en el centro clandestino El Banco y desde allí Alicia fue llevada a la ESMA. “Llegó casi rapada. Eso se lo habían hecho en El Banco. Era muy bonita, de una cara angelical, además de una sonrisa cautivante, era realmente un bebé embarazado que causaba ternura. Daban ganas de abrazarla todo el tiempo, era como mi nieta”, narró Sara Solarz de Osatinsky, sobreviviente de la ESMA, que acompañó a la mamá de Juan durante el parto. “Nació un varón a quien Bebé (así le decían a Alicia) tenía en brazos siempre y mostraba con mucho orgullo y amor. El nene Cabandié quedó durante un tiempo junto a su madre, supongo que no sabían qué hacer con él o buscaban a quién dárselo.” Juan y Alicia estuvieron juntos en la ESMA durante quince días. “Pienso que mis viejos estarían felices por esto. Lo más difícil de todos estos años fue saber que nunca más los voy a ver”, dijo Cabandié a Página/12 antes de salir de tribunales.
Con la condena más alta para un apropiador
El ex agente de inteligencia de la Policía Federal Luis Antonio Falco recibió la máxima pena otorgada hasta el momento para ese delito. Juan Cabandié fue querellante en la causa. El testimonio de la hija del represor fue clave.
Por Victoria Ginzberg
Dieciocho años. La pena máxima que, hasta ahora, recibió un apropiador de un hijo de desaparecidos. Esa fue la condena impuesta por la jueza María Servini de Cubría a Luis Antonio Falco por retener y ocultar a Juan Cabandié, además de adulterar su estado civil y falsificar sus documentos. Dieciocho años. Uno más que los que tenía Alicia Alfonsín cuando parió en un cuartito de la Escuela de Mecánica de la Armada. “Estoy aliviado. Feliz de que la Justicia haya actuado”, dijo el legislador kirchnerista con voz pausada y calma cuando lo rodearon los micrófonos y las cámaras, todavía dentro de la sala del Palacio de Tribunales.
La audiencia fue corta. La secretaria leyó la condena. La jueza habló poco. Dijo que las fotocopias de la resolución se iban a entregar en la oficina 2113. Se hizo un silencio. El público –compañeros de Juan, su familia, amigos, otros nietos recuperados– y los periodistas se quedaron como esperando algo más. “Queda finalizado el acto”, aclaró Servini de Cubría. Había terminado. Y entonces llegaron los aplausos y los abrazos, entre ellos el de Juan y su hermana Vanina, la hija biológica de Falco, que declaró contra su padre en el juicio. Por la ventana entraba la música, el sonido del acto que se estaba preparando a unos metros por los diez años de la causa en la que se investiga si los hijos adoptivos de la dueña de Clarín son víctimas del terrorismo de Estado.
El acusado no estaba. Como la causa se tramitó bajo el viejo código –lo que implicó que el proceso fuera escrito–, el apropiador pidió no concurrir a la lectura del veredicto. Falco, ex agente de inteligencia de la Policía Federal, fue arrestado la semana pasada. El juez Rodolfo Canicoba Corral lo había beneficiado con una eximición de prisión al inicio de la investigación, a pesar de que había estado prófugo. Servini de Cubría lo mandó detener el jueves pasado. Si hubiera ordenado su arresto ayer, en el momento de la sentencia, Falco podría haber seguido en libertad mientras apelaba el fallo. Ahora seguirá preso. Los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo Alan Iud, Luciano Hazan y Agustín Chit se retiraron satisfechos: habían logrado la condena más importante para un apropiador. “Poco a poco vamos mejorando”, decía Abel Madariaga, secretario de Abuelas y padre de un nieto recuperado.
Cabandié, que fue querellante en la causa, dijo que no le importaba cuantificar la condena, sino que se había hecho justicia. Que siempre pensaba en los 400 chicos que siguen desaparecidos y que fue por eso, justamente, por lo que se había animado a hablar en el acto del 24 de marzo de 2004, cuando se anunció que la ESMA sería un Espacio para la Memoria. “La verdad es la libertad absoluta”, dijo en un conmovedor discurso ese día, a tres meses de haber recuperado su identidad. También agradeció a los que lo habían acompañado y habló de Vanina: “Mi hermana fue la primera persona a la que acudí. Hoy somos hermanos más que nunca”.
Vanina Falco es la hija del apropiador de Cabandié. Hace 14 años que no lo ve. Antes de las dudas de Juan. Se alejó de la casa por la intolerancia y la violencia de Falco. En un hecho inédito, fue testigo de la causa y declaró contra su padre. “El primer recuerdo que tengo de él –de Juan– es con mi padre entrando con él en brazos. Estaba toda la familia reunida para recibirlo”, contó en esa oportunidad. Que Falco esté preso no le genera contradicciones. Ayer estaba feliz. Y emocionada. Se acordaba del día en que Juan la citó en un bar del centro para decirle que creía que no era hijo de “ellos” y que pensaba que a lo mejor era hijo de desaparecidos. En ese momento, vio su vida como una película: la violencia de su padre, su discurso, que Juan nació en 1978, los nombres falsos hallados en una tarjeta, las diferencias físicas, las cosas que Falco le decía (“Yo sé lo que es que me pidan piedad de rodillas”, la increpó una vez durante una discusión). Le cayó la ficha al instante y fue como si las piezas del rompecabezas se acomodaran solas.
Vanina y Juan esperan que Falco sea investigado por su rol en la represión ilegal. “Nosotros teníamos que decir que él era visitador médico. El se jactaba de haber hecho allanamientos y obtener artículos como una guitarra o discos. Estaba armado en cualquier momento del día. Y en la casa en la que me hicieron vivir había numerosos recuerdos, platos con escudos”, recordó Juan cuando declaró en la causa. El testimonio de Vanina coincidió: “En el Mundial del ’78 mi padre realizaba tareas especiales de control. Estaba en seguridad”. También se acordó de la guitarra con la que jugaba Juan. “¿Sabés de dónde la saqué? Me la traje de souvenir de un procedimiento”, le dijo Falco. Y de las amenazas e interrogatorios que ella misma sufría. “Una vez, cuando yo tenía alrededor de doce años, encuentro encima de su cómoda una credencial con la foto de él y el nombre de Leonardo Fajardo. Le pregunto quién es y él me dice que era un nombre que utilizaba para hacer ciertas tareas”, contó.
Ante la cercanía de la sentencia y con el arresto de Falco, Cabandié no pensó mucho en su apropiador. En cambio, se acordaba de sus padres, Alicia Alfonsín y Damián Cabandié, y del ex presidente Néstor Kirchner, que siempre le marcaba qué jóvenes habían sido ellos cuando se los llevaron.
Alicia y Damián fueron secuestrados el 23 de noviembre de 1977. Ella tenía 16 años (cumplió 17 durante su cautiverio) y estaba embarazada de siete meses. Fueron vistos en el centro clandestino El Banco y desde allí Alicia fue llevada a la ESMA. “Llegó casi rapada. Eso se lo habían hecho en El Banco. Era muy bonita, de una cara angelical, además de una sonrisa cautivante, era realmente un bebé embarazado que causaba ternura. Daban ganas de abrazarla todo el tiempo, era como mi nieta”, narró Sara Solarz de Osatinsky, sobreviviente de la ESMA, que acompañó a la mamá de Juan durante el parto. “Nació un varón a quien Bebé (así le decían a Alicia) tenía en brazos siempre y mostraba con mucho orgullo y amor. El nene Cabandié quedó durante un tiempo junto a su madre, supongo que no sabían qué hacer con él o buscaban a quién dárselo.” Juan y Alicia estuvieron juntos en la ESMA durante quince días. “Pienso que mis viejos estarían felices por esto. Lo más difícil de todos estos años fue saber que nunca más los voy a ver”, dijo Cabandié a Página/12 antes de salir de tribunales.
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